miércoles, 26 de diciembre de 2007

Vado verso il popolo

Estatua de tu propio pensamiento,
Roma de piedra firme y enrasada
sobre el calor del alma edificada,
dura al reposo y noble al movimiento.
Pulso, atadura, corazón y aliento
que vuelves a la Italia levantada
la majestad ardiente de la espada,
la luz de trigo y la sazón del viento.
Salvaste las columnas del olvido,
tierras y tiempo dilató su suerte
donde aprende la Historia su sentido.
Vértice de tus días, roca fuerte
y sangre fraternal, donde ha vencido
la apariencia del mármol a la muerte.

Dionisio Ridruejo: A Benito Mussolini
Revista Vértice, junio de 1939
Feliz Navidad, amigos de Mondo Cane.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Doble llave al sepulcro del Duce

Menos mal que en estos tristes tránsitos de escribir un libro destinado a vender tres ejemplares Mondo Cane encuentra un pequeño refugio en la autoprimitivización. Un proceso siempre agradable que comenzó ayer, como no podía ser de otra manera, en el mejor sitio para ello: el Santiago Bernabéu. Porque nosotros siempre antecederemos la estética a la ética. Como las señoritas de aquí abajo, más o menos.

Es inevitable pisar Italia y caer rendido ante el mundo futbolero. Algo así le sucedió a Mondo Cane tras su paso por las campiñas laciales y toscanas. No se sabe muy bien por qué, aunque Pirracas siempre defiende una teoría: al final, el deporte es el único reflejo más o menos comprensible de un país sumamente incomprensible, y en consecuencia una manera más de quedar fascinados ante la dietrologia, esa ciencia estrictamente italiana que analiza exhaustivamente lo que se esconde tras los hechos evidentes. Aparentemente. Porque no, en Italia nada es evidente y hasta los acontecimientos sociales más nimios, como en la caverna de Platón, son sólo un reflejo de la realidad y esconden siempre una larga serie de tramas ocultas cuyo deshilachado nos termina llevando a una oscuridad rayana en el misterio absoluto. Y aquí se traza un campo de acción que parte del asesinato de Aldo Moro, pasa por Alí Agca y desemboca en el dietro le quinte de cualquier equipo del Scudetto. Porque éstos siempre tienen unas ramificaciones más que confusas, especialmente en el ámbito político.

Pisar Italia y hacernos tifosi del Livorno fue todo una. Claro, si es que es un equipo obrero y portuario formado por los estibadores de una ciudad toscana condenada al ostracismo más absoluto tras la crisis industrial. No sabemos muy bien si este dato irritará mucho a nuestro anónimo lector neoliberal, al que tanto echamos de menos después de que se enfadara con nosotros y no haya vuelto a escribirnos. Pero es que el Livorno es el único equipo que se permite cosas como pertener en bloque al Partido Comunista Italiano, hacer la pretemporada en Cuba o celebrar cada gol con el puño izquierdo en alto. No es nada particular: como bien dice nuestro admirado Enric González, ser de Livorno y comunista es como ser de Osaka y tener los ojos rasgados. Y encima lo hacen con gracia. Ya se sabe que en el fútbol italiano los insultos están prohibidísimos: pues bien, los socios del equipo han solucionado el problema salomónicamente. Al sacarse el abono anual pagan un dinerito extra y así tienen ya una bolsa para pagar las futuras multas y poder insultar a Berlusconi tranquilamente durante toda la temporada. Y sobre todo, en la Toscana nos enamoramos de Lucarelli, ese hijo de un estibador livornés que rechazó una oferta descomunal del Cavaliere para irse a jugar con su equipo a la Segunda división y subirlo épicamente a Primera. Todo aquello dio lugar a un libro autobiográfico, Quedaos con los mil millones, que el alcalde de Livorno no tardó en apoyar como lectura obligatoria en Secundaria. Cosas que sólo pueden pasar (y pasan) en Italia.

Por todo ello, el presenciar un partido en el Bernabeu contra la Lazio era plato más que jugoso para estos sus redactores. No hace falta que les recordemos que el principal tifoso de la Lazio era el mismísimo Duce: en su honor bautizaron a la escuadra como Societá Sportiva, por aquello de anteceder estas entrañables iniciales a su nombre. Del resto ya se sabe: un equipo que ha sido controlado durante décadas por pistoleros (y no es algo metafórico), que celebra sus goles con el saludo romano, que corea la entrada de su presidente al palco coreando un "Duce, duce" y la de sus jugadores al campo con un "Mussolini, Mussolini" que te hiela el espinazo. La inevitable visita al Stadio Olimpico de Roma, sede de sus risibles partidos, es algo que no puede dejar de impresionar al más pintado. La entrada, inevitablemente por el Foro Mussolini, se abre con una placa de mármol gigantesca con la frase del Duce "Tanti nemici, tant'onore", a la que siguen otras, también monumentales, que celebran las principales victorias bélicas del fascismo. La última, eso sí, es la de Eritrea: a partir de ahí se suceden unas placas en blanco, preparadas para inscribir más plazas triunfales, aunque ya se sabe que a partir del 43 aquello fue como fue. Y ya no hay más nombres de batallas, aunque sí sobrevive en el estadio un monolito con el nombre de Mussolini. Donde la mayor parte de hinchas de la Lazio le rinden tributo domingo sí domingo no.

En fin, que ya nos perdonarán el tono apocalíptico del texto. Porque en el fondo no es para tanto. ¿Despierta la bestia incubada en el calcio? Pues igual, pero Mondo Cane lo duda: al final, Italia es siempre Italia y los dramas nunca terminan siendo más que melodramas que se saldan a ritmo de opereta. Si Le Pen ha anunciado en varias ocasiones que cuando gane las elecciones en la selección francesa no jugarán negros ni moros, en Italia todo es diferente, claro. Y aún se recuerda cuando le preguntaron a ese señor tan desagradable, Ignazio La Russa, líder de la posfascista Alianza Nazionale, sobre el triunfo de su equipo, el Inter, con diez extranjeros en su alineación. Su cazallosa respuesta fue la previsible: "con tal de que ganen, pueden ser todos extranjeros, negros y comunistas". Porque al final Italia es siempre una continua reedición de Don Camillo y Peppone.

Sirva toda esta verborrea para decirles, estimados amigos, que ayer la redacción de Mondo Cane se lo pasó chachi en el Bernabeu viendo cómo les dábamos por el riau a estos seguidores del Duce de medio pelo que se pasaron los noventa minutos haciendo el saludo romano sin la más mínima muestra de cansancio. El resultado, 3-1, vino a ser algo así como la reedición de esta entrañable estampa de Piazzale Loreto que les dejamos aquí al lado. El licenciado Ventoleras, por cierto, se está poniendo un poco pesado porque quiere contarles que la escena fue presenciada live and in person por un antiguo suegro milanés que tuvo en sus años de mocedad. Pero que lo cuente otro día, mejor, que luego se pone melancólico y no da palo al agua. Y nos quedan 900 páginas por reajustar.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Y cuando nos estábamos quitando...

Pese al luto en el que se ha sumido esta redacción tras la muerte del gran Fernán-Gómez, Mondo Cane sigue encontrando motivos varios para la jacaranda. El último ha sido la edición de la brillante banda sonora de I'm not there, esa película biográfica de Bob Dylan de tintes cubistas que a estas alturas sigue sin fecha de estreno por aquí. Y luego nos la bajamos por intenné y resulta que somos unos piratas y estamos matando la industria, ya ven qué cosas.

Miren que hacemos esfuerzos vanos por ir quitándonos de estas cosas. Hasta un freudiano artículo sobre lo que nos costaba matar al padre pese a los intentos que hace éste porque lo acuchillemos violentamente les dejamos por estas poco consistentes páginas. Pero era de prever: escuchar este I'm not there y volver a caer en antiguos vicios ha sido todo uno.

Pereza daba un poco. ¿Otro disco de versiones de Dylan? El licenciado Vidrieras, a vuelapluma, calcula que acumulamos unos cuarenta o cincuenta por la redacción. Y eso por no hablar de las recopilaciones que nos hemos ido haciendo por internet: tenemos por aquí una a la que pomposamente hemos bautizado Nobody sings Dylan like Dylan que va ya por los veinte volúmenes. Pero claro, al final hemos terminado agenciándonos I'm not there. No en el Carrefour de la esquina, como nos hubiera gustado, porque la edición española lleva ya un inexplicable mes de retraso sobre la americana. Sino que, aprovechando las indudables ventajas de la globalización, que no entendemos por qué critica tanto el personal con lo que mola, nos lo hemos agenciado en Estados Unidos, que con la devaluación del dólar nos sale más baratito y siempre sirve para chulear un rato.

Y mira por dónde que nuestras mejores perspectivas se han terminado cumpliendo. Si es que no hay nada como dejar hacer a quien sabe. Y cosa rara en el mundo de Dylan, por una vez se ha hecho. Así de fácil. Coja usted un par de bandas residentes presentables, los improvisados Million Dollar Bashers (esto es, Tom Verlaine, Tony Garnier, medio Sonic Youth y un par de amiguetes) y unos Calexico que van a terminar molando. Y llame a gente que se haya escuchado un par de discos de Dylan en su vida. Y ya está: van a saber lo que se tocan, van a elegir temas decentes y no será el enésimo repertorio de caballos de batalla peleones con el que se arranca cualquier grupo de bar con ínfulas. Que es lo que suele poblar este tipo de cosas.

La elección del personal ha sido lúcida, en efecto. Por allí circulan Eddie Vedder, Los Lobos, Willie Nelson, Ramblin' Jack Elliott y hasta Yo La Tengo. Y claro, el agitamiento del caleidoscopio dylaniano da lugar incluso a momentos de ese sonido mercurial por el que tanto y tan sensatamente clamaba el Dylan de lengua afilada y botas cubanas de chúpame-la-punta de los sesenta. Como previsible, ese eje que va desde Bringing it all back home hasta Blonde on blonde marca la línea, pero lo potente se esconde en el raspado de las páginas más oscuras del libro de canciones del vieho, que por momentos se acerca a lo milagroso. Así, de sopetón, no nos queda otra que señalar el antológico Pressing on que se marca precisamente John Doe, el fundador de aquella banda de punk seminal que tanto nos gustaba, X. A Mark Lanegan haciendo un tema que parece escrito para él, Man in the long black coat. Y si pensábamos que el acercamiento tex-mex de Willie Nelson y Calexico iba a caer en la abierta bizarrada, quienes hemos caído y de rodillas hemos sido nosotros escuchando ese Señor (tales of yankee power) que nos ha dejado fascinados. No todo podían ser alegrías, claro: la inclusión de ese clon estomagante de Falete que atiende al nombre de Antony and the Johnsons nos ha creado un exceso de edulcorante que tendremos que pagar durante semanas. Y es que su elección de tema habla por sí misma: Knockin' on heaven's door. Pero carajo, no importa: si es que hasta lo peor del disco mola. Que alguien tenga pelotas para rescatar temas como I can't leave her behind o As I went out one morning resulta ya tan apetecible que incluso el resultado podría pasar a segundo plano.

Y como estamos espitosos, mejor no les hablamos de ese otro gadget dylaniano, el DVD The other side of the mirror que nos tiene arrebatados desde que nos hicimos con él hace unos días. Porque entre esto y el pack de Emmanuel negra, con una Laura Gemser como para abandonarse al onanismo compulsivo, andamos disparados. Que no todo van a ser codornices en la vida de esta redacción.

No podemos concluir sin confesarles dos cosas. La primera: el otro día Pirracas bajó a comprar tabaco al Donato, la tasca de borrachuzos que se encuentra debajo de nuestra redacción, y se encontró con Patti Smith echando una birra. La segunda: mañana comienza nuestro periodo de primitivización navideña con una incursión al Bernabeu para ver enfebrecidos ese Real Madrid-Lazio donde esperamos echar doble llave al sepulcro del Duce. Estamos ya dominados por el orgullo blanco. Y entre eso y que la semana que viene nos vamos a trincar un cocido que no se lo salta un gitano en Malacatín bajo el busto de José Antonio que domina el comedor, pensamos que al final incluso este diciembre va a terminar molando.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El tiempo amarillo

Lo que son las cosas: si ayer esta su redacción pasaba la noche viendo en sesión doble El capitán Veneno y Yo soy Fulana de tal, esta tarde enchufamos la radio para escuchar las últimas noticias sobre la Cumbre Hispanoamericana y nos encontramos repentinamente diciendo lo mismito que decía Pepe Isbert cuando se tropezaba con su hija en la cama con Nino Manfredi: "Con lo contento que yo estaba... con la ilusión que yo traía...".

Y es que con la alegría que llevábamos en el cuerpo porque ayer poníamos punto final al primer borrador de nuestro libro codornicesco (750 páginas y edición en dos volúmenes, ahí queda eso), y al enchufar la radio nos enteramos de que se ha muerto el pobre Fernando Fernán-Gómez. Ya lo decía Totó en I soliti ignoti: non siamo nienti - sempre vano via i migliori - siamo soltanto di paso in questo mondo cane. Y todo eso.

Muchas cosas nos gustaría contarles de Fernando Fernán-Gómez. El licenciado Ventoleras está que no se aguanta las ganas de narrarles aquella vez en la que el único ácrata sensato conocido le dijo aquello de "muchas gracias, joven, es usted muy amable", pero se lo vamos a evitar. Total, poco queda por añadir a esas tan interesantes palabras que haciendo honor a su cargo le ha dedicado hoy Beatriz Rodríguez Salmones, portavoz del PP en la Comisión de Cultura del Congreso: "era un feo con un magnetismo tan grande en la pantalla que su imagen tenía mucha más fuerza que la de otros actores guapos". Su acertada disertación nos ha hecho comprender al momento la magnitud de la figura del polifacético personaje, qué duda cabe. Ante lo cual sólo les comentaremos una cosa: la redacción de Mondo Cane debe señalar que respeta completamente, pese al disgusto que nos hemos pegado, que ante el desolador panorama del cine español actual el señor Fernán-Gómez haya decidido morirse. Y es que, ¿qué iba a hacer el pobre ante una cartelera nacional como ésta que padecemos? Pues eso, diñarla y quedarse tan tranquilo. Y a la mierda. O a la mierda que nos vamos nosotros, porque viendo el plantel de actores tedio-progres, culturetas y sin saber hacer la O con un canuto que nos queda para suplir la ausencia... Pues eso, que el día que se nos mueran Manuel Alexandre y José Luis López Vázquez ya no sabemos qué películas vamos a ir a ver al cine.

En fin, estimados lectores, que esta redacción al completo acudirá mañana a la capilla ardiente del Teatro Español, no lo duden ustedes. Por unos momentos pensamos en concluir este breve texto redactando largas églogas sobre Bruja, más que bruja, sobre Yo la vi primero, sobre El anacoreta, Vida en sombras y todas esas películas que tanto nos gustan. Pero miren, se lo vamos a ahorrar, que sabemos les importarán bien poco nuestras disertaciones. Y optamos por dejarles aquí dos cosas que les resultarán indudablemente más gratas: los mejores títulos de crédito de la historia del cine (ríanse ustedes a carcajadas de Saul Bass) y en dos partes (aquí va la primera y aquí la segunda) la que es posiblemente la secuencia cómica más brillante de la historia del cine apañol. Y una vez vistas, no duden en reflexionar sobre las sabias palabras de la Sra. Rodríguez Salmones. Que dan para ello.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Arbeit macht frei III

¿Hemos fallecido? ¿Ha llegado el Apocalipsis a la calle del Amparo? ¿Nos hemos ido a vivir a Venezuela con nuestro nuevo sonitono de Por qué no te callas para celebrar el ambiente de profundo debate político de la última Cumbre Hispanoamericana? ¿Hemos sucumbido enterrados bajo la montaña de libros que hemos ido adquiriendo estos últimos meses a módicos y moyanescos precios para intentar concluir nuestras investigaciones (verbigracia: ayer nos hicimos con Cartas a los celtíberos esposados de Evaristo Acevedo, Paco el seguro de András Laszlo y hasta las Memorias de Albert Speer, para que se hagan Vds. una idea de las simas abisales en las que nos movemos)?

Pues no lo sabemos pero posiblemente haya algo de todo esto en nuestra ultimísima situación laboral. Les dejamos aquí, como ya viene siendo habitual, una fotografía de uno de nuestros redactores en plena actividad para que tengan constancia de que seguimos vivos. En la instantánea, el licenciado Ventoleras explica a sus compañeros el que podría ser nuevo esquema del libro, con el añadido de 32 nuevos capítulos, la anexión de 14 subapartados y la refundición en 6 de 9 de los anteriores.

En fin, que seguimos vivos pero no sabemos por cuánto tiempo. Y es que hoy han saltado todas las alarmas cuando nos hemos descubierto a nosotros mismos riéndonos a mandíbula batiente mientras leíamos un capítulo de El baúl de los cadáveres, libro de Álvaro de Laiglesia que contiene un episodio titulado Sabina de Torrados en el que parodia la Sabela de Cambados del irritante regionalista gallego Adolfo Torrado. Que comenzaba de aquesta manera:

"La escena representa un pedazo de pazo. A la izquierda, una sardiña en una pecera. En un florero, unos grelos. En la chimenea, un puchero de caldo. En el gramófono, una muñeira. En el campo ladra un lacón. Sentada al amor de la lumbre, Sabina hace unas conservas"

No sabemos muy bien de la gravedad del asunto, pero mañana vamos a ir con carácter de urgencia al dispensario médico de la Seguridad Social sito en la calle de Tribulete porque comenzamos a pensar que, a punto de llegar a las 500 páginas, algo está comenzando a fallar en nuestro interior... Señor, ampáranos.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Arbeit macht frei II

La redacción de Mondo Cane ha decidido interrumpir la escritura de treinta o cuarenta folios sobre Mi adorado Juan, esa desconocida obra maestra de la screwball comedy alla española que vuelve a demostrar que Borzage era un mindundis al lado de los hermanos Mihura, para asomarse bien que fugazmente a estas páginas. No es para menos: nuestros estimados fans, alarmados, nos hacen llegar sus cuitas por nuestro estado de salud, dadas las cada vez más prolongadas ausencias de este su blog. Algunos se planteaban que quizás se deba a que estamos detenidos por haber sido nosotros, viendo nuestros últimos cometidos universitarios, los humanistas deshumanizados responsables de la masacre en el campus finlandés. Los más simplemente indagan sobre si hemos fallecido. Y sentimos defraudar las expectativas de nuestros lectores, pero no: nuestras constantes vitales siguen activas.
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O algo así, imaginamos, porque estamos que ni nos sentimos el pulso. Aquí les dejamos una fotografía de Pirracas y el lisensiado Ventoleras gozando hoy de sus cinco minutos de pausa para acudir al mingitorio. Calcapeitos, mientras tanto, nos comentaba que una vez, en la oscura noche de los tiempos, le parece recordar que se tomó una cerveza en una terraza, así como tan tranquilo y sin pensar obsesivamente en películas de Edgar Neville ni en la tortuosa filmografía de Enrique Jardiel Poncela. Pero no nos lo hemos creído, claro, e impasible el ademán nos encaminamos hacia las cuatrocientas páginas, sin levantarnos del ordenador más que para ver los ocasionales partidos televisivos del Madriz y, por supuesto, para no perdernos nuestra cita de los jueves con Gran Hermano, posiblemente el mejor programa que jamás nos haya ofrecido televisión alguna. Vamos lentamente adoptando un status de monjes guerreros, dedicados por igual a las armas y las letras, y mientras tanto el libro va adquiriendo ya vida propia, organizándose reestructurándose y sobre todo desgajándose de manera orgánica y casi sin decirnos nada. Como en la película aquella tan rara de Cronenberg del escritor yonki. En pocos días nos entrevistaremos con Mingote, Azcona y los herederos de Chumy Chúmez solicitando sus permisos para reproducir en él unos dibujitos y oiga, si nos lo dan todo va a quedar chachi piruli. Eso sí, si no fenecemos antes del 20 de diciembre, que visto lo visto igual no llegamos.
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Que no decaiga. Les adjuntamos un chiste de Chumy Chúmez que hemos localizado por las amarillentas páginas de un número de Hermano Lobo del año 73 que encontramos el otro día en el Rastro. Junto a un cartel que reza "Biarritz", una multitud de paletos, con boina, refajo y hasta varios burros, hacen cola en ante un cine donde se proyecta El último tango en París. Uno de ellos, irritado, grita a otro: “Es de Bertolucci. ¡Animal! ¡Qué va a ser de Antonioni!”.

viernes, 26 de octubre de 2007

Arbeit macht frei

Llevamos unos cuántos días haciéndoles llegar por varios cauces instantáneas obtenidas en la redacción de Mondo Cane que intentan mostrarles el ritmo de producción obtenido en estos días de redacción del borrador quasidefinitivo de nuestro próximo libro. Para que no se crean que hemos fenecido, más que nada. Ésta que aquí les presentamos la ha disparado hoy a las 17:43 el doctor Pirracas. Muestra al lisensiado Ventoleras sufriendo un goteo de plusvalía mientras intenta hilar un par de predicados de la página 435 del volumen. Con escaso éxito, todo hay que decirlo. Lo decimos por lo del hilado, no por lo de la plusvalía.
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Lo que más nos sorprende de todo este asunto es que Mondo Cane al completo se ha sumido voluntariosamente en un frenético ritmo castrense de ora et labora. Zenón de Citia ilumina con fervor esta triste redacción de la calle Amparo, muy entretenida gracias a la escucha compulsiva de unos cuantos vinilos de Triana que un alma caritativa ha tenido a bien traernos junto a algunos víveres para subsistir en este frenesí inspiracional. El libro, por cierto, está quedando chachi. Pero se lo garantizamos: o renegocian el convenio colectivo de los escritores o ésta es la última en la que nos pillan. Porque de seguir esto así amenazamos con abandonar definitivamente, cual ratas, el mundo literario en cuanto entreguemos el texto. Será el 20 de diciembre, según última renegociación con nuestra querida editorial.

domingo, 21 de octubre de 2007

Bowling for Columbine

Habrán Vds. indudablemente notado, estimados lectores, que los textos de Mondo Cane, amén de cada vez más espaciados en el tiempo, se suceden con un interés siempre decreciente. Y es que no les extrañe, amigos: el lunes esta su redacción tiene que entregar en una insigne editorial el primer borrador de su próximo manuscrito, esa obra maestra en potencia sobre el codornicismo más exaltado, y no damos para más. Nuestros cerebelos están licuados, nuestros miembros tiemblan y nuestras protuberancias genitales están al borde de la orquitis. El licenciado Ventoleras acaba de caer desplomado por los suelos, y Pirracas ha bajado a la farmacia de urgencias de la estación de Atocha a ver si el señor boticario le vende unos complejos vitamínicos, porque esto es un sinvivir.
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Y por si esto fuera poco, viendo aquello tan sensato que decía Larra, don Mariano José, de que escribir en España es llorar, el jueves comenzamos a dar clase en la Universidad. De Historia del Cine Americano. Con lo poco que nos gusta a nosotros la Universidad, con lo menos que nos gustan a nosotros los universitarios, y con lo poquito que nos interesa el cine americano. Pero a éstas nos vemos rebajados para llegar a fin de mes. A tratar con jóvenes con gafas de pasta. No somos nada.

jueves, 18 de octubre de 2007

Una vieja

En sus tan imparables como inútiles investigaciones, la redacción de Mondo Cane ha encontrado esta mañana este impagable texto anónimo publicado en 1951 por La Codorniz en pleno debate Neorrealismo vs. cine histórico. En él se parodian las habituales declaraciones de Manuel Mur Oti, el autoproclamado genio del cine español de los cincuenta. Por lo menos éste tenía razón; lo de todos los que nos han ido llegando después ya es otra historia.
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LA ÚLTIMA DE MIR ATI
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Para el que dude de que soy un genio, ahí está acabada de rodar -dice Mir Ati-. Se titula "Una vieja". La película tiene algo que no ha sido siquiera intentado por ningún director. El reparto consta de un solo personaje, mejor dicho, de una sola personaja: una vieja enferma de pulmonía. A pesar de eso el interés no decae un momento y el espectador está pendiente cada vez que la vieja se pone el termómetro. Al fin encuentra un poco de penicilina debajo de la cama y se salva. He superado a los italianos. Adiós".
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Posiblemente, la crónica más interesante y clarividente jamás publicada por la crítica cinematográfica española. Bueno, salvo Tiempo de mitos, claro. Adiós.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Estado policial

Bien saben nuestros lectores que las luces de nuestra redacción, al igual que las del despacho del Pardo en tiempos indudablemente mejores, nunca se apagan. Porque Mondo Cane vela sin descanso por todos los ciudadanos de este país, no lo duden. Y ello nos permite disfrutar, desde las alturas, de la ajetreada vida nocturna de la calle Amparo que acoge ésta su oficina.
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Ayer, tras el rezo de Completas, los miembros de Mondo Cane visionaban una fantástica copia en VHS de La niña de luto, esa joya del intangible cine impresionista que tanto nos hace carcajear cuando alguien nos habla de las excelencias de Marcel L'Herbier. Bueno, en realidad nadie nos ha hablado nunca de Marcel L'Herbier, pero valga el símil. Cuando de repente, encogidos ante la visión de ese desfile tras un carro fúnebre que se interrumpe con el paso de la carrera ciclista del pueblo, oimos unos gritos desgarradores que llegaban desde la noche. Una señorita de vaya Vd. a saber qué república bananera gritaba con fervor: "Polissssíaaaaaa... llamen a la polissssíaaaa...".

No pudimos hacerlo en primera instancia, claro, porque nuestra primera misión fue cazar al vuelo al licenciado Pirracas, que como eco de su paso por la Marina turca estaba ya bajando a la calle remangándose su camiseta de Twisted Sister para desfacer el entuerto a hostias. En efecto, asumió una vez calmado, lo mejor era llamar a las fuerzas del orden público. Y así lo hicimos.

Dos minutos de reloj tardamos en oir la llegada de la patrulla, que posiblemente no pisaba el barrio desde la memorable boda de doña Letizia y su novio. Y éstos sus redactores, cual demiurgos desde las alturas, observaron desde el balcón de Mondo Cane una escena con un único parangón posible: aquella vez que vimos en la aldea del agüelo cómo un zorro se colaba en el gallinero. En efecto, según las luces del coche de los grises se asomó por la esquina de la Ronda de Atocha, decenas, cientos, miles de personas de cualquier color imaginable salieron de la oscura noche amparesca y echaron a correr en todas direcciones. Dos segundos antes, les juramos que no se veía a nadie por la calle. ¿De dónde salían? Pues francamente no lo sabemos todavía, pero la estampida fue como ésas de los búfalos que se ven en las películas de vaqueros y, al paso de los cuerpos de seguridad, se montó una zapatiesta inenarrable. No pudimos evitar sentir una cierta aflicción, pero nos confortamos recordando aquella antológica frase de Fraga Iribarne: en caso de duda, siempre con el Ministro del Interior. No sabemos cómo terminaría el affaire de aquella señorita sudamericana que había iniciado este sindiós, pero sí les garantizamos que no bastaron tres coches policiales para la caterva de jipis y delincuentes multicromáticos que colapsaron las estancias policiales así, en menos de cinco minutos. Qué cosas.

Y en fin, resuelto el conflicto regresamos a nuestra sesión cuádruple de cine, que se cerraba un par de horas después con la visión de una de estas películas maravillosamente insoportables de Marco Ferreri, Dillinger é morto. Una cinta incomprendida, y no lo decimos por la crítica ni por el público, sino por Mondo Cane, que francamente no entendió nada de lo que allí pasaba, pero quedó fascinado ante la historia de ese burgués culto y refinado (Michel Piccoli, of course) que, sin decir una sola palabra, regresa a su casa, ojea sus libros, cocina, espía a la criada, lee el periódico y ve viejas películas en Súper-8 antes de, por puro aburrimiento, pegar un tiro a su mujer y huir en un barco en dirección a Tahití. Esa idea maravillosa de un hombre que engrasa una pistola para asesinar a su cónyuge con el mismo aceite con el que se ha hecho previamente una ensalada nos resultó arrebatadora. Y por si todo ello fuera poco, además se le ven las tetas a Anita Pallenberg.

Al terminar la proyección, el licenciado Ventoleras sugirió que todo aquello era en realidad una alegoría del angst del hombre contemporáneo. Y es que ya sabíamos que esto de haber ido a la Universidad no le iba a aportar nada bueno a este chico...

lunes, 15 de octubre de 2007

La memoria histórica como concepto

"Yo es que no voy a ver nunca cine español. Eso es de rojos, ¿no?", nos decía el otro día una señorita del barrio de Salamanca, muy mona ella. Atragantóse el compadre Pirracas con su bocadillo de calamares: y es que, francamente, pensábamos que reflexiones de este calibre no se hacían en esta piel de toro desde que Uninci presentó Viridiana al Ministerio de Información y Turismo pre-Sánchez Bella, más o menos. Pero no, amigos: todo ello volvió a demostrar que estas realidades alternativas existen, y que en Mondo Cane, al final, nunca nos enteramos de nada.
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Inquieto anda últimamente el panorama neoliberal, tanto que hasta se ha infiltrado sigilosamente en las páginas de Mondo Cane. Y si no, atentos a la de cosas que nos están diciendo por aquí estos días. Aunque como por lo menos las ha dicho un señor que pasa por neoliberal ilustrao porque chapurrea el inglés, pues se nos ha hecho más simpático, oiga.

En fin, cosa de rojos, nos decían. Algo de esto debe ser culpa de pinículas como la que Mondo Cane ha ido a ver esta mañana, Las trece rojas o algo así se titulaba, que si nuestro admiradísimo Marqués de Tamarón nos permite el hurto conceptual, denominaremos como cabecilla y vanguardia de este subgénero de cine tedioprogresista que nos invade últimamente. Alguna pre-expectativa sí manejaba la redacción, para qué engañarnos: la convivencia de Ignacio Martínez de Pisón en el guión, José Manuel Cervino en el reparto y sobre todo Pedro Costa en la producción nos había hecho albergar ilusiones. Pero no hubo suerte: fíjense qué vista tiene pese a haber perdido esta mañana una lentilla nuestro compañero el licenciado Ventoleras que, sólo con ver los títulos de crédito, ya nos ha dicho que la película iba a contener una historia tirando a soporífera y un larguísimo final de recargados tintes melodramáticos. Y en efecto, así fue, aunque debemos corregir al Sr. Ventoleras señalando que no había un final melodramático, sino tres consecutivos, lo que daba a todo aquello un tono en su media hora final tirando a derroche forzado de emotividad interrrrrminable. Y en fin, que nos volvían a asaltar una y otra vez las mismas preguntas que nos asolan cuando vemos la producción patria: ¿si no se sabe hacer sonido de doblaje en estudio por qué se hace? ¿si no hay presupuesto para efectos especiales como el de los aviones bombardeando por qué no se marcan una elipsis? ¿amén del tristón homenaje a Roma cittá aperta, la aparición de Goya Toledo era un bizarro recuerdo a Ilsa, la loba falangista de las SS? ¿era necesario poner a un ídolo de la canción adolescente como comunista traidor a la causa? ¿por qué todas las películas españolas de época parecen tan interesadas en hacernos ver lo bonitos que son los trajes recién comprados en Cornejo? ¿cuánto van a tardar los profes de historia progres en ponerle una copia en DVD a sus alumnos? Pero sobre todo, por encima de todo, una: ¿realmente era Leticia Sabater, como le ha parecido notar al señor Pirracas, esa señora que interpretaba en la prisión a una de las alegres chicas de Pilar Primo de Rivera? Ay madre...

En fin, que miren Vds. que en Mondo Cane siempre hemos sido muy guerracivileros y nos suelen gustar estas cosas de rescatar episodios históricos olvidados, pero por desgracia terminamos viendo que todo esto es, como siempre, un más de lo mismo. Leíamos antes de ver la pinícula una entrevista con nuestro querido Emilio Martínez Lázaro, director de cintas que siempre nos han gustado mucho, en la que decía lo siguiente: "habrá idiotas que se mosqueen y que pregunten por qué no se ha hecho una película de Paracuellos. Bueno, que la hagan ellos". Y no le falta razón, la verdad, pero hombre, que a estas alturas andemos así todavía...

Ah, la memoria histórica, qué cosas. Aún recordamos cuando Mondo Cane formó parte activa hace unos años de una asociación que intentaba recuperarla en la zona fronteriza. En su presentación, la gente hacía chanzas y nos echaba cacahuetes por hablar de cosas tan raras. Y miren la que se ha liado ahora con el asunto. Hoy la conocida gaceta de derechonas trae en portada un artículo único en el que se señala como en Vascongadas también hay calles y plazas dedicadas al siego terrorismo. TeleMadrid, siempre acertada en sus sorprendentes conclusiones, decía que en consecuencia habría que retirar el nombre a la avenida de Pablo Iglesias. Ayer por la noche leíamos las propuestas de la modélica asociación que encabeza este intento de retirada de placas de ecos franquistas y nos enterábamos de que proponen cambiar de nombre a la calle Agustín de Foxá, cosa ante la que cualquier campesino soriano podría preguntarse qué tendrán que ver los cojones para comer trigo. Mondo Cane tiembla pensando que, viendo cómo están las cosas, es posible que un día quiten nuestro fascist chic souvenir favorito, las huellas que el Caudillo, cual Hollywood superstar a las puertas del Chinese Theatre, imprimió en la entrada a una mezquita ceutí a la que nuestra redacción acudió para aumentar confusión en esta lucha de civilizaciones que preconizó aquel historiador de nombre japonés. Y en fin, que entre tanta mezcla de culo y témporas, no dejan de sucederse acontecimientos bizarros que aumentan confusión a las tan poco brillantes mentes de Mondo Cane. Han cerrado nuestro garito preferido del barrio, que todavía tenía billar y un póster de Iggy Pop, para abrir en su lugar un gay club. Ventoleras ha vuelto desolado a la redacción porque esta mañana se ha encontrado con su actriz favorita en la cola del Dia mientras la susodicha llevaba en su mano una fregona en oferta. Un señor sudamericano, notablemente ebrio, se ha situado debajo de nuestra redacción con una litrona en la mano mientras chillaba a grito pelado: "¡Puta España, españoles de mierda!", seguramente recordando las innegables excelencias de su país de origen. Y Mondo Cane, cada vez más confuso, no sabe si dar su cotizada firma para la celebración del 90 aniversario de la Revolución Soviética que organiza estos días el PCPE o montar un partido gironista (que no girondista) para recuperar el espíritu del 17 de julio o, al menos, el del búnker que tantos momentos gratos nos hizo pasar en la Transición. España arde, señora.

martes, 9 de octubre de 2007

Mon dernier soupir

"Mi bebida favorita es el dry martini. Básicamente se compone de ginebra y unas gotas de vermouth, preferentemente Noilly Prat. Los buenos catadores que toman dry martini muy seco incluso han llegado a decir que basta con dejar que pase un rayo de sol a través de la botella de Noilly Prat antes de dar en la copa de ginebra. Hubo una época que en Norteamérica se decía que un dry martini debía parecerse a la Concepción de la Virgen. El poder generador del Espíritu Santo pasa a través del himen de la Virgen como un rayo atraviesa el cristal. Pues el Noilly Prat lo mismo."
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Luis Buñuel: Mi último suspiro
(que es, de los pocos libros que hemos leído, nuestro favorito)

jueves, 4 de octubre de 2007

Matando al padre...

The tracklisting is not a-changin’, titulaba acertadamente nuestra revista musical favorita su reseña sobre el último disco de Bob Dylan. Posiblemente, Uncut es la única publicación que a estas alturas no sólo tiene el coraje suficiente para hablar de r’n’r, sino incluso para ver con un mínimo de lucidez el lucrativo estado de confusión en el que vive últimamente Dylan, cosa cada vez más extraña en este panorama de rancias lecturas al que nos enfrentamos cada día. Y lo peor es que a Mondo Cane no le queda otra que darle la razón. Y miren que nos duele...
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Se ha puesto a la venta hoy una caja titulada Dylan que supone la enésima exhumación del apabullante legado dylaniano, y que, como viene preñadita de fotitos y paridas varias, Mondo Cane ha corrido a comprar, claro. Por aquello de nuestras tensiones compulsivas, cada vez más manifiestas en un acelerado síndrome de Diógenes que afecta a todo lo referente a la obra del viejo. Pero, como siempre, ya nos estamos comenzando a arrepentir.

La principal novedad de este recopilatorio es que (glabs) su selección de temas ha sido realizada por los propios fans del judío, que han acudido en masa a su web para votar por sus canciones favoritas. No sabemos muy bien quién fue el iniciador de esta corriente a favor de la democracia que inunda el planeta últimamente, pero suponemos que la justicia poética pasará factura algún día a estos Tocquevilles de medio pelo. Porque miren, que esta confianza ciega en la Humanidad se aplique al ámbito político, pues nos da un poco igual, pero que se lleve a cabo con el magno legado de Dylan… ¡No, hija, no! Por ahí sí que no pasamos, que hablamos de cosas serias.

Recoger las lazarianas historias de pérdida, redención y supervivencia del colosal autor de New morning en una especie de greatest hits elaborado como la visita organizada a un parque temático es ya un planteamiento cuanto menos detestable. Pero hacerlo, además con esta pereza, esta falta de imaginación y esta ausencia de criterio clama al cielo, amigos.

Tres cedeles organizados con el más previsible esquema: 1) Dylan golden age en plena oleada surrealista y anfetamínica 2) Bonitas canciones de amor de los 70 que suenan mucho en los hilos musicales últimamente 3) Dylan también hizo buenos temas a partir de los ochenta, no se piensen ustedes. La selección de los fans habla por sí sola. Están, claro, Like a rolling stone, Blowin’ in the wind y hasta ese estomagante tema más propio del último Elton John, Make you feel my love. Pero no están, claro, Is you love in vain?, Covenant woman o Every grain of sand ni tantas otras. Ni tan siquiera Idiot wind, que debió parecer demasiado larga a estos democráticos votantes.

El Doctor Calcapeitos lleva media mañana haciendo pucheros, melancólico, ante nuestra gastada copia de Biograph. Eran otros tiempos, Dylan no le importaba a nadie y el viello, para afrontar un imposible recopilatorio significativo de su obra, todavía se esforzaba en rescatar joyas ocultas de su catálogo e incluso en ofrecer luminosos textos para ilustrarlas. Pero todo aquello acabó con la publicación de Time out of mind: ante nuestro estupor, el planeta entero se declara de la noche a la mañana fan de Dylan de toda la vida y pasa a declamar a los cuatro vientos su admiración por el bardo de Minnesota desde los tiempos más remotos. A nosotros nos lo iban a contar, que recordábamos cómo unos meses antes el personal se pegaba por cosas tan capitales como conseguir una entrada para el ZooTV Tour o reservar en las tiendas el último disco de Lenny Kravitz mientras sonreía sardónicamente porque le contábamos que en unos días nos íbamos a casacristo a ver a Dylan. “¡Ah! ¿Pero todavía sigue tocando ÉSE?”, solían respondernos con una malsana ironía. Todo daba igual, porque tras marcarte varios cientos de kilómetros y gastarte la paga extra de Navidad, sabías que el vieho se la iba a jugar, improvisando, cambiando de repertorio cada noche y ahí, en cuanto te despistabas, te colocaba un Gates of Eden o un Obviously five believers que te tiraban por el suelo.

Ahora, reciclados todos en demócratas y dylanianos de toda la vida, nadie recuerda estas escenas y todo cristo parece dispuesto a comulgar con las ruedas de molino que nos planta el Dylan aprovechando los vientos favorables. La algarabía general montada con el aburridísimo Modern times no ha hecho sino confirmar lo que desde hace unos años íbamos intuyendo en los conciertos (convenientemente subvencionados con dinero público, of course) que en medio de una nube de pasotismo extremo se marca el Dylan por esta piel de toro, siempre tan dada a banalizar las cosas y a seguir a Vicente a la mínima ocasión. El vieho, que no es tonto, ya sabe que sólo tiene que esforzarse en los momentos agitados (a los periodos 1978-1983 o 1993-1997 nos remitimos) y, en los de bonanza, se dedica a replegar velas y recoger beneficios mientras todo a su alrededor se la sopla. Y nos condena, como siempre, a seguir viviendo de las pequeñas gotas de genialidad que nos sigue regalando. Que no son pocas, por fortuna: Theme Time Radio Hour suena de manera compulsiva en la redacción de Mondo Cane y nos sigue dando momentos de placer extremo. Ni les contamos lo que hemos disfrutado con No direction home y con Chronicles, pese a lo poquito que nos gusta leer. Y no queremos imaginar las lágrimas de felicidad que van a correr por nuestras encallecidas mejillas cuando salga a la venta ese The other side of the mirror cuya copia pirata en VHS tenemos ya quemada. Porque sí, las migajas de lucidez del viejo siguen siendo tan amplias que hasta en Dylan se han conseguido filtrar: ese arrebatador arranque del tercer disco con Blind Willie McTell y Brownsville girl supone, posiblemente, los 18 minutos más arriesgados y brillantes de los últimos diez años de su obra discográfica.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Arrebato

Posa en la imagen nuestro colaborador, Doctor Calcapeitos, con el aspecto que mostraba a la salida de la sesión festivaleira del Kursaal a la que hemos acudido esta misma noche. La fotografía ilustra certeramente la dureza de estos diez días en los que resistir atrincherados en la oscura sala de cine a los cantos de sirena que desde nuestra porqueriza efectuaban las galas de Gran hermano, el partido del jueves del Madrid o, mismamente, esa caja de ocho CDs con las sesiones de grabación completas de Their satanic majesties request que algún alma caritativa nos ha hecho llegar, ha sido un acto que podríamos calificar, sin duda alguna, de hercúleo.
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Toda la Donostia cool se halla sumida en estos momentos no en la elaboración pero sí en la exposición y puesta en común de un meditado balance de lo ofrecido en este año por el Festival. La justicia con la que ha sido galardonada la película de chinorris. Ese apasionante debate cinéma de qualité vs. glamour convertido ya en un clásico del donostiarrismo más extremo. Ayer, hasta una señora nos hablaba de la manipulación que efectúan los medios informativos con el Festival y por ende con todo nuestro oprimido pueblo, porque siempre dicen que llueve y eso es una falacia, una auténtica menzogna, que diría el simpar Silvio Berlusconi. Nosotros le dimos la razón, claro, porque este año sólo ha jarreado siete de los diez días de Festival. Y a Mondo cane le gustaría aportar algo a todas estas variopintas cuestiones, pero es que francamente sólo se nos ocurre decir una cosa: que nosotros nos hemos aburrido como moluscos.
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Algo de ello les contábamos hace unos días, cuando hacíamos nuestro balance ecuatorial del evento. Y pese a las pésimas expectativas del Licenciado Ventoleras, hemos de reconocer que estos últimos días la cosa ha mejorado un poquito, aunque sólo un poquito, y a ratos hasta hemos llegado a ver cine fulminante. Porque sí, estimados lectores, nosotros también hemos caído fascinados ante el yugo de Philippe Garrel. Sólo a ratos, también es verdad, porque es lo que tienen estos films-fleuve: que en una única sesión tienes tiempo de echar una siestecita y de despertarte poco después para descubrir momentos de un arrebato extremo. Para el recuerdo de esta redacción queda ya la proyección de Le vent de la nuit, una cinta tocada por una inusual magia que ha provocado una fascinación incontrolable entre todos los miembros de Mondo cane. En efecto, una de estas extrañísimas cintas que sólo consiguen ser lo que son gracias a un metraje a la deriva, divagante y errático, que termina aportando a la res un algo intangible que no recordábamos desde que asistimos apabullados a una proyección de Solaris en un vacío teatro Principal hace ya tantos años.
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No vamos a aburrirles hablándoles sobre una cinta preñada de relaciones interclasistas, desesperaciones existenciales, pérdidas irreversibles y un fatalismo que nos abrumó en esas arrebatadoras secuencias en la que sus dos protagonistas rodean Nápoles en coche antes de llegar a la entrada a una cripta desde la que resuenan voces inquietantes. Y en la que, además, nos encontramos por sorpresa con la deslumbrante presencia de Anita Blonde. En efecto, amigos nuestros, Mondo cane ha conseguido encontrar una gran película en este Festival que tan poquito nos ha ofrecido.
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Porque por lo demás... Nos quedamos con alguna secuencia escultórica de Les amants réguliers, con fugaces momentos del fantasmagórico blanco y negro de Control, la biografía del cantante de Joy Division. Fíjense: incluso con la secuencia final de El año de todos los demonios, el documental sobre el asesinato de Pertur que con tanta ilusión esperábamos. A estas alturas seguimos asombrados ante la paradoja de que un antiguo miembro de ETA dirija una cinta para exculpar a ETA de un asesinato que ETA, por otra parte, nunca ha negado, pero su teoría de la infiltración de los hiperactivos neofascistas italianos en la España del 76 nos resultaba irresistible. Nos lo resultó, eso sí, por poco tiempo, porque nada llega allí a buen puerto en un metraje ahogado por la ausencia de soltura, la carencia de ritmo y sobre todo la pasmosa falta de datos o declaraciones que demostraran algo, cualquier cosa, lo que sea, pero fíjense que ahí, escondido entre sus últimos segundos de metraje, aparecía un momento arrebatador en el que un antiguo etarra hablaba abiertamente de su responsabilidad en la que nos ha llovido después que, por pura honestidad y lucidez, nos dejó completamente desarmados.
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Y del resto... pues qué les vamos a contar: viendo que las mesas de billar francés se han llevado no uno sino dos premios gordos, no es necesario señalar nuestro balance de la sección oficial. Seguiremos, y parece que por mucho tiempo, lamentando que el Festival siga apoyando sus descacharradas patas en un cine de realismo social sudamericano que sigue sin importarnos un bledo, en unos ciclos que de tan previsibles resultan rutinarios, y sobre todo en este aspecto Donosti-design-yonqui-chic que todo lo inunda y que parece obra de algún tan desatado como maléfico diseñador catalán, joven y con Campers. Y Mondo cane se encuentra cada vez más alejado de la posibilidad de encontrar un huequecito en estos terrenos que tan ajenos nos resultan.
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Por lo que nuestro recuerdo de esta edición, como ya hemos contado por alguna parte, va a ser el que nos deja el día en el que acudimos a ver la llegada de Lou Reed al hotel festivalero. No fue masiva, como nos temíamos: junto a nosotros figuraba una alegre comitiva compuesta por dos viehas, un niño con síndrome de Down, dos bizarros e impenitentes cazautógrafos que superaban los cuarenta y algún despistado fotógrafo. Lou Reed llegó, se acercó con su eterno rostro de disgusto a la marabunta y dejó un par de autógrafos en los primeros cuadernos que encontró a su paso. Y cuando el rock'n'roll animal se puso en camino hacia su suite, las dos viellas, con la tinta todavía fresca en sus cuadernos, se dieron la vuelta para preguntarnos: "Oye, guapos, ¿y ese señor tan feo quién es?".

martes, 25 de septiembre de 2007

El horror... he visto el horror...

Perdonen nuestros lectores a los que tanto debemos este inicio tremendista, pero viendo en la que estamos inmersos resulta inevitable tener presente al coronel Kurtz para atravesar estos desoladores días. Porque pasado el ecuador del Festival, como dicen los periodistas menos aguerridos, nos cuesta recordar una edición en la que nos hayamos aburrido tanto. El Licenciado Ventoleras, con su habitual catastrofismo, se remontaba esta mañana a los tiempos de Rudy Barnett, no les decimos más...
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Meditaba ayer sobre el asunto la redacción de Mondo cane alrededor de una cerveza tras la proyección de Siete mesas de billar francés, ese nuevo ejemplo del subgénero cine de solteronas que tan en boga se encuentra últimamente en la producción patria. Y recordábamos, con dolor, ese día en el que todo cambió, aquella jornada clave en la que el Festival del incomparable marco incomparable pasó de ser un evento grato y apetecible a convertirse en esto que es ahora, una especie de trapisonda fílmica donde se proyectan inpunemente hasta películas de chinos voladores (ahí queda ese Goong nyeo que se proyecta mañana, y encima en horario de maitines). Un día, retomando el hilo, que terminó convirtiéndose en auténtico Armageddon personal y que queda ya archivado entre nuestros recuerdos más infames: fue hace unos seis o siete años, cuando una noche media ciudad aplaudía con fervor a un señor new romantic llamado (bufff...) Tinieblas Gonsáles que estrenaba con todos los honores ¡un cortometraje! en la sesión de gala festivalera. Mientras Donostia se volvía loca por ver las cosas de este insigne creador de imparable carrera, convertido aquel año por estos misteriosos avatares del merchandising local en icono festivalero, en el Teatro Principal se rendía un tributo a Alberto Sordi con un aforo dolorosamente medio vacío.
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Tristemente, aquella velada que preveíamos feliz terminó resultando una caída del caballo procedente de nuestro Damasco particular: aquel Festival que pensaba en la gente a la que le gustaba el cine cerraba una brillante etapa, y nos sumergíamos en un brumoso periodo en el que no dejan de pasarse cintas de falsa modernidad camufladas como quintaesencia de la vanguardia fílmica. Y como le sucedía a Giovanni Vivaldi en Un borghese piccolo piccolo, aquella noche de infausto recuerdo fenecía delante de nuestros ojos ese vástago al que tanto amábamos. O algo así hemos pensado cuando hoy veíamos nuevamente este erial que es el programa festivalero y no encontrábamos, nuevamente, ni una triste película que nos apeteciera un poquito a lo largo de la jornada... Ah, aquellos años en los que diez días no bastaban para abarcar ese largo listado de cintas fascinantes que se agolpaban en las salas. O tempora o mores.

En fin, que nos vamos esta noche a ver El año de todos los demonios, un documental sobre el asesinato de Pertur, parece, a cargo de un grupo de ultraderecha italiano. El asesinato, que no la película. A ver si esto nos anima un poco, porque vamos...

sábado, 22 de septiembre de 2007

Ja sóc aquí

Corría la sesión de tarde-noche de ayer en los muy feos cines del Antiguo. Se proyectaba allí Ladrones, una película española muy rara, como de Bresson en una noche de flojera tirando fotos en Aluche, que la redacción de Mondo Cane intentaba rescatar tras su tristísimo paso por cartelera hace unos meses. Hasta que nuestra concentración se interrumpió bruscamente cuando el Licenciado Ventoleras hizo escapar un fugaz ronquido, leve pero muy audible en la sala porque Ladrones, como buen ejemplo de esa popular corriente estilística de cinema avant les fréres Lumière, es prácticamente muda.
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Dormirse en una sesión festivalera es todo un rito iniciático, un acontecimiento que equivale a alcanzar la mayoría de edad en estos infernales diez días en los que, con tanta pasión como desidia, nos dedicamos a subsistir encajonados en una sala de cine. Por lo que sí, en efecto, Mondo Cane puede expresar a los cuatro vientos su vascongado Ja sóc aquí. Ya hemos llegado y ya estamos inmersos en pleno rito festivalero.

No les vamos a contar nuestra opinión sobre el Festival porque suponemos que no interesa a nadie y, total, a estas alturas hasta el donostiarra más iletrado puede dar la suya con soltura y desparpajo. Y es que es curioso este efecto sociological phoenomenum que tienen los charoles cinematográficos en una ciudad en la que, el resto del año, no va ni Cristo a las salas. Sólo les contaremos, así por encima, que en nuestra cruenta batalla contra Philippe Garrel vamos perdiendo por goleada, aunque confiamos en levantar el marcador en la proyección de esta tarde de Berceau de cristal, esa cinta hecha por y para yonkis que, por aquello de que sale nuestro sex symbol de cabecera Anita Pallenberg y de que, en el fondo, a veces sacamos a relucir esa querencia nuestra por el romanticismo más exacerbado, quizás nos permita anotar un tanto en nuestro triste marcador. ¿Nos ha pillado Garrel en extremada baja forma o es que, realmente, tiene una filmografía galáctica absolutamente imbatible? Pues no hemos llegado todavía a una conclusión, la verdad, pero posiblemente nuestros estimados lectores a los que tanto debemos pueden elaborar por sí mismos un juicio más consistente que el nuestro disfrutando en la soledad de sus casas de estas imágenes que vimos el otro día en una oscura (y abarrotada en sus diez primeros minutos, por cierto) sala.

Comprobamos estos días, también, la evidente mejoría en la producción de cine patrio. Hemos visto Mataharis, esa película de infame título de nuestra amparesca vecina Icíar Bollaín, y para nuestra maravilla hemos conseguido entender casi la mitad de diálogos de la inmarcesible Najwa Nimri sin tener que recurrir a los subtítulos en inglés que circulaban por la parte inferior de la pantalla. Entre este dato y el del abrigo fantasía rosa fucsia chillón que portaba hace dos días Cayetana Guillén Cuervo pese a los casi treinta y cinco grados a la sombra que con tanta dificultad se respiraban en los aledaños del Kursaal en esos momentos, queda patente que el despegue de nuestra cinematografía es un hecho constatable.

Aunque lo que más no ha impactado hasta el momento son esos carteles que empapelan cualquier rincón de nuestra ciudad anunciando la próxima convocatoria en Alsasua de una concentración de las juventudes del marxismo-leninismo vasco. No por la convocatoria en sí, que sorprender sorprende poco, sino porque los susodichos teaser-posters están troquelados, atención, sobre las siluetas oscurecidas de una foto promocional del grupo Queen. ¿Freddie Mercury y la revolución proletaria? En efecto, todo es posible para la indomable juventud vascongada, siempre aurrera. Hemos fotografiado incluso este magnífico pasquín para dejar testimonio a las generaciones venideras, pero como nuestro colaborador Sr. Pirracas no sabe cómo carajo pasar la imagen de su móvil de última generación a este vetusto ordenador, hemos decidido mostrarles aquí la imagen de un pollo con eusko-label de inequívoco color local. Básicamente, para que se hagan Vds. una idea.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Maoísmo pop

No es necesario señalarlo porque Vds. lo saben bien: la redacción de Mondo Cane cuenta entre sus principales inspiradores estéticos e ideológicos al gran Kim-Jong-Il, presencia continua en cada acción de nuestras vidas y especialmente cuando nos enfrentamos a un cambio de gafas en Chin-Chin Afflelou. La incomensurable figura de este entrañable Gary Glitter proletario ilumina nuestro triste penar en este mondo cane, y es que no todo el mundo puede presumir de tener en propiedad un búnker-museo para conservar, entre tantos prodigios, una figura de Lladró de Don Quijote regalada in person por Santiago Carrillo.
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Sabíamos de la existencia de un libro que imaginábamos fundacional: El arte del cine, un ensayo escrito por nuestro prócer y que se conserva celosamente en la biblioteca de Pyonyang junto con los restantes miles de volúmenes de los que es autor. Sabíamos de la desconcertante afición por el cine que cultiva Kim-Jong-Il, según cuentan poseedor de una colección de uvehacheeses y deuvedeles especializada en el western y el musical americano de los años cuarenta que no se la salta un gitano. Pero desconocíamos hasta hace poco la existencia de una película, Pulgasari, escrita y guionizada por nuestro pequeño hombre amarillo.
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Fue enterarnos, claro, y volvernos locas. ¿Pulgasari? ¿Kim-Jong-Il haciendo pinitos fílmicos? En efecto, los interrogantes nos asaltaban, y especialmente uno: ¿cómo localizar desde este decadente mundo capitalista una joya fílmica producida en la República Popular de Corea del Norte para comprobar ante nuestros ojos tamaña maravilla? Pero nada hay imposible para la redacción de Mondo Cane, amigos, y esta noche, tras gran cantidad de andanzas y desventuras, ha llegado por fin a nuestras manos una copia de Pulgasari cuya carátula les incluimos y que, por supuesto, no nos ha defraudado.
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Comenzando por la gran sorpresa inicial: nosotros, declinantes mentes de la civilización occidental, esperábamos, sí, un manifiesto político en celuloide, un Raza coreano, un Triumph des Willens amarillo, un Scipione l'africano arrocero. Algo que hubiera resultado, evidentemente, previsible y ramplón para nuestro hombre, que no ha dejado que su libre creatividad sea encarcelada por estas banalidades mittle-européens. Porque, amigos, Pulgasari ha resultado ser... ¡una película de monstruos gigantes alla Godzilla! En efecto, algo muy alejado de nuestra limitada y mediocre mentalidad europea, una narración que hunde profundamente sus raíces en el sin duda fascinante folklore norcoreano para poner en imágenes la historia de un pequeño monstruo construido en barro por un herrero que, tras cobrar vida al ser bañado en la sangre de la hija virgen de su escultor, terminará encabezando una revolución comunista en la Corea medieval. Como lo oyen. La película, por lo demás, es un auténtico pestiño, pero eso a quién puede importarle.
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No hagan caso, estimados lectores, a la avalancha de falacias que puede encontrarse en la canallesca: esa extraña historia que circuló hace poco por sus hediondas páginas según la cual el director de Pulgasari, la eminencia del cine surcoreano Shin Sang Ok, fue secuestrado por nuestro líder amigo para afrontar tal cometido y, ya puestos, hundir la cinematografía del país vecino y ventilarse a su también secuestrada señora esposa, es sin duda alguna otra turbia maniobra de la Brunete mediática. Porque qué duda cabe de que Kim-Jong-Il, en su humanidad y sabiduría, se limitó a ofrecer a este realizador la oportunidad que todo cineasta ambiciona en su vida para llegar a su madurez estilística. Aunque este ingrato Julio Medem amarillento no lo comprendiera y prefiriera cambiar la hermosa vida de Pyonyang por la corrupta Los Ángeles saliendo hacia allá por patas en cuanto tuvo oportunidad. Pero la justicia poética siempre termina dictando sentencia y en las Hollywood hills terminaría este felón fimando la por esta redacción desconocida pero seguramente notable trilogía Tres ninjas contraatacan, Tres ninjas peleones y Tres ninjas en el parque de atracciones. ¡Penitenciagite!
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En fin, que entre este arrebatador descubrimiento que hemos tenido hoy y que una de las escasísimas personas lúcidas a la que conocemos, a la que tanto admiramos por sus enciclopédicos conocimientos y sus decimonónicos sentimientos, nos ha recomendado fervientemente la obra fílmica de Philippe Garrel, nos ponemos en marcha con un poco más de energía hacia la Metrópolis reaccionaria. ¡Neo-Tokyo is going to explode!

lunes, 17 de septiembre de 2007

Txakurra mundua

Preparando como estamos nuestros visados y pasaportes para regresar nuevamente a territorio comanche, hemos tenido noticia esta misma mañana de un ingenio mecánico que bien podría haber sido diseñado por un Doctor Infierno con clara negatividad en su RH sanguineo. Lo decía Don Hilarión: Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Y lo suscribe Mondo Cane, que tampoco es manco. Y es que alguien ha inventado, gracias al dinero público suponemos, EuskalTube, una web que vuelve a mostrarnos una vez más el provechoso y fructífero uso que se hace de nuestras contribuciones en este pueblo nuestro al que tanto queremos y que tan mal nos corresponde.
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En efecto, un YouTube vascongado, como bien se habrán dado cuenta los inteligentes lectores de esta web audaz. Suponemos que generosamente subvencionado por una administración pública que vuelve a demostrar estar en vanguardia tecnológica y conocer al dedillo las necesidades últimas de los contribuyentes. El director de la S.A. es un señor llamado Haritz Rodríguez ("periodista", aclara), que dice que la web "está desarrollada íntegramente en euskera, con el claro objetivo de fomentar el uso del euskera en la red de redes" y que su función principal es convertirse en "referente de la videocreación vasca". El éxito, por lo que vemos, ha sido fulminante, pues ambos objetivos se han cumplido ya a juzgar por los videos que ilustran la cabecera de la estupenda web: una se titula Quiero jugar a fútbol, otra Manifestación contra el toro de la Vega, otra más Mark Knopfler & Eric Clapton - Sultan of swing. Lo que nos demuestra, amén de un gusto musical exquisito, el impactante avance de la cultura autóctona por internet y el imparable impulso de la videocreación del linaje de Aitor.
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Buceando por la apasionante web, no hemos tardado tampoco en localizar en ella numerosos videos de entrañable color local. Sirvan como referente los siguientes, aparecidos en menos de medio minuto ante nuestros ojos: Gora Euskal Herria askatuta, Tortura, Euskal presoak etxera!! o una completa serie bajo el título Manifa abertzalea Bilbon, compuesta por los capítulos 1, 2, 3 y 4 y de la que esperamos ya con ansia la segunda temporada. Apúntense la dirección, que ya ven ustedes que Mondo Cane también aporta links de qualité.
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Miren por dónde, hemos localizado también esto, que no veíamos desde que un malnacido de cuyo nombre no queremos acordarnos se llevó de la redacción nuestra copia en VHS con la coartada de echarle un vistazo.
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Y de todo esto, nos ha maravillado sobremanera que al final han sido, como siempre, los publicistas los que lo han comprendido todo antes que nadie. Porque la publicidad de cabecera ha sido adquirida rápidamente por una página de contactos personales que nos promete que descubrirla (gratuitamente) equivale a "encontrar el amor". Desde Mondo Cane felicitamos fervientemente a meetic, porque definitivamente no cabe mayor acierto en el análisis del entrañable contencioso que tanto nos entretiene desde hace unos años.
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Eso sí, nuestro respetado Haritz, artífice de la web (recordamos) ya ha aclarado que su función "no es hacer competencia a YouTube". Lo que no hemos comprendido todavía en Mondo Cane es el por qué.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Mal menor

Viendo la popularidad que está adquiriendo ésta su publicación virtual, con nuestro servidor llamándonos continuamente la atención por la saturación que estamos creando en sus raquíticas líneas, nos vemos obligados a abrir un concurso a nivel internacional. Si ustedes saben quién es este señor que aparece en un lugar donde tantas copas nos hemos tomado en un estado tirando a lamentable, envíennos un SMS con la palabra MONDOCANE seguida de su respuesta. Entre los acertantes se sorteará un niño con gafas y un politono con la melodía de El tío calambres.
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Sirva esta imagen como aviso para Protección Civil de Gipuzkoa: Mondo Cane está ya preparando las maletas para asistir al Festival de Cine de San Sebastián. Para el que (y sin hacer trampas ni falsificar documentos, como suele ser habitual) la redacción al completo ha conseguido una lustrosa acreditación. Allá que nos vamos, con la intención de ver a los amigotes, ponernos tibios a pinchos y, ya puestos, incluso ver alguna película.
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Pero pocas, la verdad. Y es que les vamos a confesar la realidad: como nosotros somos taaaan guais, nuestra idea inicial era habernos ido al Festival de Venecia. Teníamos ya nuestras acreditaciones y hasta un decadente alojamiento en la isla (asunto de enorme complejidad, como bien saben nuestros lectores, visitantes habituales de la Serenissima) y habíamos comenzado a segregar todo tipo de jugos pensando en ese macrociclo dedicado al spaghetti-western que nos iba a alegrar la existencia. Pero los problemas hospitalarios se entrecuzaron por en medio y tuvimos que dejarlo correr. En fin.

A cambio, nos vamos al incomparable marco incomparable. Que suele ser una opción que nos gusta mucho, o al menos que nos gustaba, cuando se preparaban ciclos descomunales sobre películas que interesaban realmente (el doctor Pirracas recuerda, dice, con especial agrado el dedicado al cine anticomunista, mientras que el licenciado Ventoleras dice preferir los de Eloy de la Iglesia y aquél, monumental, dedicado a la comedia italiana 1945-1975). Pero todo dio un brusco giro aquellos dos años en los que nos colocaron unas retrospectivas infumables sobre directores orientales imposibles: el Festival entraba por la puerta grande en la posmodernidad más descarnada y desde entonces... pues como que da un poco de pereza, oiga.

En efecto: nos interesan un bledo todas las retrospectivas de este año. Lo del cine ártico ése ni lo pisaremos. El de Henry King... pues bueno, iremos a ver The gunfighter por aquello de que inspirara una canción a Bob Dylan, y por supuesto La canción de Bernardette por asentar nuestras cada vez más firmes convicciones católicas. Y al Garrel ni lo conocíamos, pero en habiéndonos informado uno de nuestros colaboradores, experto en ciudadanía francesa, que no ha visto ni una de sus películas pero que le dan muy mala espina, suponemos que seguiremos viviendo en nuestra ignorancia. Con lo bien que nos lo pasamos el año pasado, donde la mera proyección de La piel quemada hacía valer la pena nuestro traslado a la perla del Cantábrico...

Por lo que nos tememos que, a falta de cine, Mondo Cane se verá obligada a realizar una inmersión en el color local y y a ejercer de donostiarra medio. Lo que nos fuerza a: 1) ver alguna película de la Sección Oficial a la que asistan sus conocidos protagonistas, más que nada por contar al día siguiente en la oficina que nosotros también los vimos y se conservan muy bien, 2) pisar esa sección que nos autoprohibimos rigurosamente hace unos años, Zabaltegi, donde no se proyectan más que pestiños para jovenzuelos modernísimos vestidos como de actores secundarios de película española, que por otra parte no paran de encontrar en ella joyas que van a revolucionar la historia del Cinema y de las que nadie se acuerda quince días después, y 3) pasear veinticuatro horas al día por la ciudad con la acreditación colgada del cuello para ver si conseguimos de este modo que se nos acerque alguna despistada señorita, única función real de tamaño artefacto. Y es que esta edición no nos queda ni el Made in Spain que año tras año nos salvaba el festival del incomparable marco incomparable: la selección de películas es tan pavorosa como la producción nacional en bruto hacía prometer.

Se lo iremos contando. Queremos aprovechar también estas líneas para pedir disculpas a nuestros solícitos lectores por nuestra ausencia de estos días. Todo tiene su explicación, claro. Y es que el otro día un fervoroso jovencito nos habló de un señor que se llama Christopher Nolan. Ante nuestra habitual ignorancia sobre cualquier cosa sucedida con posterioridad a 1975, nuestro interlocutor nos explicó con pasión que era un renovador del lenguaje cinematográfico como no se veía desde el primer Godard, un director sólido, uno de los mejores narradores del cine contemporáneo y no sabemos cuántas cosas más. Apabullados ante tantas cosas que desconocíamos, el viernes decidimos hacernos una sesión con películas de este nuevo Von Stroheim. Vimos una que era de Batman (!) y otra de unos magos que no paran de dar vueltas de un sitio para otro sin que llegáramos a entender bien para qué. Y como bien pueden ustedes imaginar, la primera nos sumió en una interminable sensación de tedio sólo comparable a la de i*r*r*i*t*a*c*i*ó*n que nos provocó la segunda. Y es que no recordábamos algo tan enervante desde que otro mozalbete nos habló de un tal Darren Aronofski o similar e intentamos ver una cosa suya que se llamaba Réquiem por un sueño cuyo mero recuerdo, todavía hoy, nos provoca arduos picores en la zona inguinal... Bueno, sí, lo del Aronofski fue mucho peor. Lo reconocemos.
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La visión esta tarde de domingo de Los tramposos ha permitido un inicio de reubicación de nuestros maltrechos cuerpos y, en consecuencia, volver a nuestra cita con los fans, a los que tanto queremos. Y es que esto nos pasa por hacer caso a la muchachada.

jueves, 13 de septiembre de 2007

L'ombrello e la macchina da cuccire

Sucedió ayer. Nuestro redactor jefe, sr. Ventoleras, fumaba un pitillo apoyado en la puerta de la Filmoteca. Al rato, sale de ella una pareja que, cosa rara en la calle Santa Isabel, no tenía pinta de estar consumida por el abuso de estupefacientes ni de padecer algún tipo de discapacidad psíquica.
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Ambos se detienen ante el Dr. Ventoleras, le miran atentamente. Él se gira a Ella y le dice: "Mira, un hombre normal, ¿no lo ves?". Ella responde a Él: "Sí, es verdad". Ante la atónita mirada de nuestro colaborador, ambos siguen su camino con indiferencia.
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Y es que, digan lo que quieran, la verdad es que la gracia que hay en Madrid para el piropo no la hay en ningún lado.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

El cine que viajaba despacito

Qué pocas alegrías nos da Filmoteca Española últimamente. Y no hablamos de la plusvalía que nos está sacando mientras terminamos el libro que nos va a editar, no. Sino de la programación que tiene desde hace unos meses, con sus salas arrasadas por hordas de insufribles directores chinos y coreanos que parecen fascinar a unos aún más insufribles espectadores que acuden bullangueros a ver, digamos, El olor de la papaya verde como si asistieran a una performance live del profeta Elías resucitado. Opium populi, ya se sabe.
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Por todo ello, recibimos el otro día con gran satisfacción e incluso una notable emoción una invitación para acudir esta tarde/noche a una sesión que preveíamos deslumbrante. Que se abriría con el cortometraje Sor Angelina, virgen, de nuestro admirado Paco Regueiro, y concluiría con la proyección de El hombre que viajaba despacito, de Joaquín Luis Romero-Marchent. Algo de ello sabíamos, porque la sesión la había montado la Asociación Española de Historiadores de Cine, grupo imaginamos que poco riguroso porque a ella pertenece el sector duro de Mondo Cane desde hace unos años.

No somos muy dados al asociacionismo, la verdad. Si acaso, hubiéramos podido participar en aquel Partido Burgués Anarquista Independiente que quería fundar Berlanga, aunque nuestra mera presencia hubiera hecho contradictorio su último adjetivo y, por consiguiente, lo hubiera condenado al fracaso. Y lo de la AEHC, pues viene a ser lo mismo, porque ni soportamos a la inmensa mayoría de sus engreídos miembros ni en realidad nos sirve para algo más que nos caiga algún librito de regalo muy ocasionalmente.

Pero en días como éstos hacemos propósito de enmienda y, superando nuestros estultos prejuicios, nos alegramos de pertenecer a un grupo capaz de montar un emotivo homenaje a dos personas como Romero-Marchent y Regueiro, entregarles un modesto premio y proyectar dos de sus películas más inencontrables. No es necesario que les digamos que hemos vuelto fascinados por esa pequeña obra maestra que es El hombre que viajaba despacito, ejemplo modélico de un cine español que apostó por una comedia trágica con un pie en el Neorrealismo y que abrió lúcidamente el único camino viable para un cine de por sí raquítico como el nuestro. Un camino que, por supuesto, terminaría perdiéndose con el paso de los años para dar lugar a las cosas que nos llegan a nuestras carteleras hoy en día.

En fin, que hemos disfrutado la velada, hemos visto a unos cuantos amigos (entre ellos, a Carlos Aguilar, que ha hecho una introducción memorable a Romero-Marchent) y, viendo El hombre que viajaba despacito, hemos descubierto una de las mejores escenas cómicas del cine español, aquélla en la que Gila juega una partida de las siete y media. Qué remedio: hemos lamentado nuevamente que la carrera cinematográfica de este hombre no tuviera continuidad. Si hubiera podido hacer el protagonista de Plácido, como estaba previsto, otro gallo nos hubiera cantado. Y nos hubiéramos librado de Cassen, ya puestos.

Por cierto, que ayer acudimos alegres al cine a ver Caótico Ano. Pero nos confundimos de sala y terminamos viendo La Jungla 4.0. Qué despiste, oiga.

lunes, 10 de septiembre de 2007

En efecto, más pena que gloria

Reacción similar a la de nuestro admirado Alberto Sordi tuvo la redacción de Mondo Cane hace unos años al ver cómo un popular director de cine apañol de ego tan voluminoso como su mollera declaraba en televisión, y sin ningún rubor, que su principal influencia era Steven Spielberg y que no le gustaba mucho Centauros del desierto porque le veía varios errores (sic). A continuación, se proyectaba su por entonces última película, que se entitulaba algo así como Abre el ojete, y que no tardamos en comprobar que, en efecto, no sólo era mucho mejor que Centauros del desierto sino que posiblemente aportaba más a la Historia del Cine que la obra completa de John Ford.
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Irritados quizás, pero no sorprendidos, porque de éstas tenemos que soportar todos los días. Cómo olvidar aquella ocasión en la que un incipiente cortometrajista nos presentó en su casa (financiada por su padre, empresario de la construcción) su primera obra maestra (financiada por su padre, empresario de la construcción), no sin antes contarnos que no le gustaba Ciudadano Kane porque contenía numerosos errores de planificación (sic) y que L'Atalante le parecía una película sobrevalorada (sic). Nunca comprendimos cómo el cortometraje visionado no abrió las puertas del cine a este grácil realizador y su carrera terminaría ahí tan brusca como injustamente, tras dos tristes y poco concurridas proyecciones públicas de su Meisterwerk (financiadas ambas por su padre, empresario de la construcción). En fin, lo decía una vez Álex de la Iglesia cuando comía en una mesa cercana a la nuestra en un restaurante madrileño: en este país, cualquier imbécil dirige una película.
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Por todo ello, ayer la redacción de Mondo Cane decidió por una vez no seguir los pasos de la plebe y, mientras Lavapiés se sumía en la descomunal francachela propia de cualquier sábado noche, decidió encerrarse en casa de nuestro redactor, lisensiado Ventoleras. La ocasión lo merecía, pues el UHF proyectaba Más pena que gloria, una de las mejores cintas que recordamos haber visto en los últimos años en las tristes salas de cine dedicadas con obcecación a mostrar la producción patria.
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Resulta grato comprobar que alguien en este país ha tenido la decencia de verse un par de películas de Monicelli y Dino Risi antes de gastarse cien kilos en dirigir una película. Es el caso de Victor García León, ejemplo de sorprendente lucidez en un cine donde la formación cultural de sus realizadores tiende siempre a la baja. Y sorprende, igualmente, ver que alguien que sobrepasa escasamente la veintena es capaz de hacer una cinta lúcida sobre la adolescencia, tránsito vital mortecino y frustrante hasta el extremo que el cine patrio siempre nos muestra como larga sucesión de tocamientos, fornicaciones y diversión sin fin. Cosa que siempre nos sorprende cuando, al conocer al realizador, descubrimos un rostro y un físico, digamos, poco agraciados que delatan un tránsito a la madurez cuanto menos complejo.
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Mondo Cane, que no cabía en sí de gozo tras el visionado de la película y sobre todo de su actriz principal, Bárbara Lennie, decidió prolongar la noche colocando en nuestro video Beta una copia perfectamente pirateada de Vete de mí, la segunda película de Víctor García León, igualmente extraordinaria. Y como fin de fiesta nos trincamos Urtain, el rey de la selva (o así), una obra maestra de Summers (y perdón por la redundancia) que concluyó con la realización de un juramento de sangre de todos los miembros de la redacción para emprender una biografía de este nuestro admirado director en cuanto nuestros misérrimos compromisos contractuales nos dejen tiempo. En 2009 será eso, al tiempo. Aquí lo confesamos para comprometernos a ello ante nuestros lectores, porque si no, con lo que nos gusta la holganza...