viernes, 26 de octubre de 2007

Arbeit macht frei

Llevamos unos cuántos días haciéndoles llegar por varios cauces instantáneas obtenidas en la redacción de Mondo Cane que intentan mostrarles el ritmo de producción obtenido en estos días de redacción del borrador quasidefinitivo de nuestro próximo libro. Para que no se crean que hemos fenecido, más que nada. Ésta que aquí les presentamos la ha disparado hoy a las 17:43 el doctor Pirracas. Muestra al lisensiado Ventoleras sufriendo un goteo de plusvalía mientras intenta hilar un par de predicados de la página 435 del volumen. Con escaso éxito, todo hay que decirlo. Lo decimos por lo del hilado, no por lo de la plusvalía.
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Lo que más nos sorprende de todo este asunto es que Mondo Cane al completo se ha sumido voluntariosamente en un frenético ritmo castrense de ora et labora. Zenón de Citia ilumina con fervor esta triste redacción de la calle Amparo, muy entretenida gracias a la escucha compulsiva de unos cuantos vinilos de Triana que un alma caritativa ha tenido a bien traernos junto a algunos víveres para subsistir en este frenesí inspiracional. El libro, por cierto, está quedando chachi. Pero se lo garantizamos: o renegocian el convenio colectivo de los escritores o ésta es la última en la que nos pillan. Porque de seguir esto así amenazamos con abandonar definitivamente, cual ratas, el mundo literario en cuanto entreguemos el texto. Será el 20 de diciembre, según última renegociación con nuestra querida editorial.

domingo, 21 de octubre de 2007

Bowling for Columbine

Habrán Vds. indudablemente notado, estimados lectores, que los textos de Mondo Cane, amén de cada vez más espaciados en el tiempo, se suceden con un interés siempre decreciente. Y es que no les extrañe, amigos: el lunes esta su redacción tiene que entregar en una insigne editorial el primer borrador de su próximo manuscrito, esa obra maestra en potencia sobre el codornicismo más exaltado, y no damos para más. Nuestros cerebelos están licuados, nuestros miembros tiemblan y nuestras protuberancias genitales están al borde de la orquitis. El licenciado Ventoleras acaba de caer desplomado por los suelos, y Pirracas ha bajado a la farmacia de urgencias de la estación de Atocha a ver si el señor boticario le vende unos complejos vitamínicos, porque esto es un sinvivir.
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Y por si esto fuera poco, viendo aquello tan sensato que decía Larra, don Mariano José, de que escribir en España es llorar, el jueves comenzamos a dar clase en la Universidad. De Historia del Cine Americano. Con lo poco que nos gusta a nosotros la Universidad, con lo menos que nos gustan a nosotros los universitarios, y con lo poquito que nos interesa el cine americano. Pero a éstas nos vemos rebajados para llegar a fin de mes. A tratar con jóvenes con gafas de pasta. No somos nada.

jueves, 18 de octubre de 2007

Una vieja

En sus tan imparables como inútiles investigaciones, la redacción de Mondo Cane ha encontrado esta mañana este impagable texto anónimo publicado en 1951 por La Codorniz en pleno debate Neorrealismo vs. cine histórico. En él se parodian las habituales declaraciones de Manuel Mur Oti, el autoproclamado genio del cine español de los cincuenta. Por lo menos éste tenía razón; lo de todos los que nos han ido llegando después ya es otra historia.
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LA ÚLTIMA DE MIR ATI
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Para el que dude de que soy un genio, ahí está acabada de rodar -dice Mir Ati-. Se titula "Una vieja". La película tiene algo que no ha sido siquiera intentado por ningún director. El reparto consta de un solo personaje, mejor dicho, de una sola personaja: una vieja enferma de pulmonía. A pesar de eso el interés no decae un momento y el espectador está pendiente cada vez que la vieja se pone el termómetro. Al fin encuentra un poco de penicilina debajo de la cama y se salva. He superado a los italianos. Adiós".
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Posiblemente, la crónica más interesante y clarividente jamás publicada por la crítica cinematográfica española. Bueno, salvo Tiempo de mitos, claro. Adiós.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Estado policial

Bien saben nuestros lectores que las luces de nuestra redacción, al igual que las del despacho del Pardo en tiempos indudablemente mejores, nunca se apagan. Porque Mondo Cane vela sin descanso por todos los ciudadanos de este país, no lo duden. Y ello nos permite disfrutar, desde las alturas, de la ajetreada vida nocturna de la calle Amparo que acoge ésta su oficina.
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Ayer, tras el rezo de Completas, los miembros de Mondo Cane visionaban una fantástica copia en VHS de La niña de luto, esa joya del intangible cine impresionista que tanto nos hace carcajear cuando alguien nos habla de las excelencias de Marcel L'Herbier. Bueno, en realidad nadie nos ha hablado nunca de Marcel L'Herbier, pero valga el símil. Cuando de repente, encogidos ante la visión de ese desfile tras un carro fúnebre que se interrumpe con el paso de la carrera ciclista del pueblo, oimos unos gritos desgarradores que llegaban desde la noche. Una señorita de vaya Vd. a saber qué república bananera gritaba con fervor: "Polissssíaaaaaa... llamen a la polissssíaaaa...".

No pudimos hacerlo en primera instancia, claro, porque nuestra primera misión fue cazar al vuelo al licenciado Pirracas, que como eco de su paso por la Marina turca estaba ya bajando a la calle remangándose su camiseta de Twisted Sister para desfacer el entuerto a hostias. En efecto, asumió una vez calmado, lo mejor era llamar a las fuerzas del orden público. Y así lo hicimos.

Dos minutos de reloj tardamos en oir la llegada de la patrulla, que posiblemente no pisaba el barrio desde la memorable boda de doña Letizia y su novio. Y éstos sus redactores, cual demiurgos desde las alturas, observaron desde el balcón de Mondo Cane una escena con un único parangón posible: aquella vez que vimos en la aldea del agüelo cómo un zorro se colaba en el gallinero. En efecto, según las luces del coche de los grises se asomó por la esquina de la Ronda de Atocha, decenas, cientos, miles de personas de cualquier color imaginable salieron de la oscura noche amparesca y echaron a correr en todas direcciones. Dos segundos antes, les juramos que no se veía a nadie por la calle. ¿De dónde salían? Pues francamente no lo sabemos todavía, pero la estampida fue como ésas de los búfalos que se ven en las películas de vaqueros y, al paso de los cuerpos de seguridad, se montó una zapatiesta inenarrable. No pudimos evitar sentir una cierta aflicción, pero nos confortamos recordando aquella antológica frase de Fraga Iribarne: en caso de duda, siempre con el Ministro del Interior. No sabemos cómo terminaría el affaire de aquella señorita sudamericana que había iniciado este sindiós, pero sí les garantizamos que no bastaron tres coches policiales para la caterva de jipis y delincuentes multicromáticos que colapsaron las estancias policiales así, en menos de cinco minutos. Qué cosas.

Y en fin, resuelto el conflicto regresamos a nuestra sesión cuádruple de cine, que se cerraba un par de horas después con la visión de una de estas películas maravillosamente insoportables de Marco Ferreri, Dillinger é morto. Una cinta incomprendida, y no lo decimos por la crítica ni por el público, sino por Mondo Cane, que francamente no entendió nada de lo que allí pasaba, pero quedó fascinado ante la historia de ese burgués culto y refinado (Michel Piccoli, of course) que, sin decir una sola palabra, regresa a su casa, ojea sus libros, cocina, espía a la criada, lee el periódico y ve viejas películas en Súper-8 antes de, por puro aburrimiento, pegar un tiro a su mujer y huir en un barco en dirección a Tahití. Esa idea maravillosa de un hombre que engrasa una pistola para asesinar a su cónyuge con el mismo aceite con el que se ha hecho previamente una ensalada nos resultó arrebatadora. Y por si todo ello fuera poco, además se le ven las tetas a Anita Pallenberg.

Al terminar la proyección, el licenciado Ventoleras sugirió que todo aquello era en realidad una alegoría del angst del hombre contemporáneo. Y es que ya sabíamos que esto de haber ido a la Universidad no le iba a aportar nada bueno a este chico...

lunes, 15 de octubre de 2007

La memoria histórica como concepto

"Yo es que no voy a ver nunca cine español. Eso es de rojos, ¿no?", nos decía el otro día una señorita del barrio de Salamanca, muy mona ella. Atragantóse el compadre Pirracas con su bocadillo de calamares: y es que, francamente, pensábamos que reflexiones de este calibre no se hacían en esta piel de toro desde que Uninci presentó Viridiana al Ministerio de Información y Turismo pre-Sánchez Bella, más o menos. Pero no, amigos: todo ello volvió a demostrar que estas realidades alternativas existen, y que en Mondo Cane, al final, nunca nos enteramos de nada.
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Inquieto anda últimamente el panorama neoliberal, tanto que hasta se ha infiltrado sigilosamente en las páginas de Mondo Cane. Y si no, atentos a la de cosas que nos están diciendo por aquí estos días. Aunque como por lo menos las ha dicho un señor que pasa por neoliberal ilustrao porque chapurrea el inglés, pues se nos ha hecho más simpático, oiga.

En fin, cosa de rojos, nos decían. Algo de esto debe ser culpa de pinículas como la que Mondo Cane ha ido a ver esta mañana, Las trece rojas o algo así se titulaba, que si nuestro admiradísimo Marqués de Tamarón nos permite el hurto conceptual, denominaremos como cabecilla y vanguardia de este subgénero de cine tedioprogresista que nos invade últimamente. Alguna pre-expectativa sí manejaba la redacción, para qué engañarnos: la convivencia de Ignacio Martínez de Pisón en el guión, José Manuel Cervino en el reparto y sobre todo Pedro Costa en la producción nos había hecho albergar ilusiones. Pero no hubo suerte: fíjense qué vista tiene pese a haber perdido esta mañana una lentilla nuestro compañero el licenciado Ventoleras que, sólo con ver los títulos de crédito, ya nos ha dicho que la película iba a contener una historia tirando a soporífera y un larguísimo final de recargados tintes melodramáticos. Y en efecto, así fue, aunque debemos corregir al Sr. Ventoleras señalando que no había un final melodramático, sino tres consecutivos, lo que daba a todo aquello un tono en su media hora final tirando a derroche forzado de emotividad interrrrrminable. Y en fin, que nos volvían a asaltar una y otra vez las mismas preguntas que nos asolan cuando vemos la producción patria: ¿si no se sabe hacer sonido de doblaje en estudio por qué se hace? ¿si no hay presupuesto para efectos especiales como el de los aviones bombardeando por qué no se marcan una elipsis? ¿amén del tristón homenaje a Roma cittá aperta, la aparición de Goya Toledo era un bizarro recuerdo a Ilsa, la loba falangista de las SS? ¿era necesario poner a un ídolo de la canción adolescente como comunista traidor a la causa? ¿por qué todas las películas españolas de época parecen tan interesadas en hacernos ver lo bonitos que son los trajes recién comprados en Cornejo? ¿cuánto van a tardar los profes de historia progres en ponerle una copia en DVD a sus alumnos? Pero sobre todo, por encima de todo, una: ¿realmente era Leticia Sabater, como le ha parecido notar al señor Pirracas, esa señora que interpretaba en la prisión a una de las alegres chicas de Pilar Primo de Rivera? Ay madre...

En fin, que miren Vds. que en Mondo Cane siempre hemos sido muy guerracivileros y nos suelen gustar estas cosas de rescatar episodios históricos olvidados, pero por desgracia terminamos viendo que todo esto es, como siempre, un más de lo mismo. Leíamos antes de ver la pinícula una entrevista con nuestro querido Emilio Martínez Lázaro, director de cintas que siempre nos han gustado mucho, en la que decía lo siguiente: "habrá idiotas que se mosqueen y que pregunten por qué no se ha hecho una película de Paracuellos. Bueno, que la hagan ellos". Y no le falta razón, la verdad, pero hombre, que a estas alturas andemos así todavía...

Ah, la memoria histórica, qué cosas. Aún recordamos cuando Mondo Cane formó parte activa hace unos años de una asociación que intentaba recuperarla en la zona fronteriza. En su presentación, la gente hacía chanzas y nos echaba cacahuetes por hablar de cosas tan raras. Y miren la que se ha liado ahora con el asunto. Hoy la conocida gaceta de derechonas trae en portada un artículo único en el que se señala como en Vascongadas también hay calles y plazas dedicadas al siego terrorismo. TeleMadrid, siempre acertada en sus sorprendentes conclusiones, decía que en consecuencia habría que retirar el nombre a la avenida de Pablo Iglesias. Ayer por la noche leíamos las propuestas de la modélica asociación que encabeza este intento de retirada de placas de ecos franquistas y nos enterábamos de que proponen cambiar de nombre a la calle Agustín de Foxá, cosa ante la que cualquier campesino soriano podría preguntarse qué tendrán que ver los cojones para comer trigo. Mondo Cane tiembla pensando que, viendo cómo están las cosas, es posible que un día quiten nuestro fascist chic souvenir favorito, las huellas que el Caudillo, cual Hollywood superstar a las puertas del Chinese Theatre, imprimió en la entrada a una mezquita ceutí a la que nuestra redacción acudió para aumentar confusión en esta lucha de civilizaciones que preconizó aquel historiador de nombre japonés. Y en fin, que entre tanta mezcla de culo y témporas, no dejan de sucederse acontecimientos bizarros que aumentan confusión a las tan poco brillantes mentes de Mondo Cane. Han cerrado nuestro garito preferido del barrio, que todavía tenía billar y un póster de Iggy Pop, para abrir en su lugar un gay club. Ventoleras ha vuelto desolado a la redacción porque esta mañana se ha encontrado con su actriz favorita en la cola del Dia mientras la susodicha llevaba en su mano una fregona en oferta. Un señor sudamericano, notablemente ebrio, se ha situado debajo de nuestra redacción con una litrona en la mano mientras chillaba a grito pelado: "¡Puta España, españoles de mierda!", seguramente recordando las innegables excelencias de su país de origen. Y Mondo Cane, cada vez más confuso, no sabe si dar su cotizada firma para la celebración del 90 aniversario de la Revolución Soviética que organiza estos días el PCPE o montar un partido gironista (que no girondista) para recuperar el espíritu del 17 de julio o, al menos, el del búnker que tantos momentos gratos nos hizo pasar en la Transición. España arde, señora.

martes, 9 de octubre de 2007

Mon dernier soupir

"Mi bebida favorita es el dry martini. Básicamente se compone de ginebra y unas gotas de vermouth, preferentemente Noilly Prat. Los buenos catadores que toman dry martini muy seco incluso han llegado a decir que basta con dejar que pase un rayo de sol a través de la botella de Noilly Prat antes de dar en la copa de ginebra. Hubo una época que en Norteamérica se decía que un dry martini debía parecerse a la Concepción de la Virgen. El poder generador del Espíritu Santo pasa a través del himen de la Virgen como un rayo atraviesa el cristal. Pues el Noilly Prat lo mismo."
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Luis Buñuel: Mi último suspiro
(que es, de los pocos libros que hemos leído, nuestro favorito)

jueves, 4 de octubre de 2007

Matando al padre...

The tracklisting is not a-changin’, titulaba acertadamente nuestra revista musical favorita su reseña sobre el último disco de Bob Dylan. Posiblemente, Uncut es la única publicación que a estas alturas no sólo tiene el coraje suficiente para hablar de r’n’r, sino incluso para ver con un mínimo de lucidez el lucrativo estado de confusión en el que vive últimamente Dylan, cosa cada vez más extraña en este panorama de rancias lecturas al que nos enfrentamos cada día. Y lo peor es que a Mondo Cane no le queda otra que darle la razón. Y miren que nos duele...
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Se ha puesto a la venta hoy una caja titulada Dylan que supone la enésima exhumación del apabullante legado dylaniano, y que, como viene preñadita de fotitos y paridas varias, Mondo Cane ha corrido a comprar, claro. Por aquello de nuestras tensiones compulsivas, cada vez más manifiestas en un acelerado síndrome de Diógenes que afecta a todo lo referente a la obra del viejo. Pero, como siempre, ya nos estamos comenzando a arrepentir.

La principal novedad de este recopilatorio es que (glabs) su selección de temas ha sido realizada por los propios fans del judío, que han acudido en masa a su web para votar por sus canciones favoritas. No sabemos muy bien quién fue el iniciador de esta corriente a favor de la democracia que inunda el planeta últimamente, pero suponemos que la justicia poética pasará factura algún día a estos Tocquevilles de medio pelo. Porque miren, que esta confianza ciega en la Humanidad se aplique al ámbito político, pues nos da un poco igual, pero que se lleve a cabo con el magno legado de Dylan… ¡No, hija, no! Por ahí sí que no pasamos, que hablamos de cosas serias.

Recoger las lazarianas historias de pérdida, redención y supervivencia del colosal autor de New morning en una especie de greatest hits elaborado como la visita organizada a un parque temático es ya un planteamiento cuanto menos detestable. Pero hacerlo, además con esta pereza, esta falta de imaginación y esta ausencia de criterio clama al cielo, amigos.

Tres cedeles organizados con el más previsible esquema: 1) Dylan golden age en plena oleada surrealista y anfetamínica 2) Bonitas canciones de amor de los 70 que suenan mucho en los hilos musicales últimamente 3) Dylan también hizo buenos temas a partir de los ochenta, no se piensen ustedes. La selección de los fans habla por sí sola. Están, claro, Like a rolling stone, Blowin’ in the wind y hasta ese estomagante tema más propio del último Elton John, Make you feel my love. Pero no están, claro, Is you love in vain?, Covenant woman o Every grain of sand ni tantas otras. Ni tan siquiera Idiot wind, que debió parecer demasiado larga a estos democráticos votantes.

El Doctor Calcapeitos lleva media mañana haciendo pucheros, melancólico, ante nuestra gastada copia de Biograph. Eran otros tiempos, Dylan no le importaba a nadie y el viello, para afrontar un imposible recopilatorio significativo de su obra, todavía se esforzaba en rescatar joyas ocultas de su catálogo e incluso en ofrecer luminosos textos para ilustrarlas. Pero todo aquello acabó con la publicación de Time out of mind: ante nuestro estupor, el planeta entero se declara de la noche a la mañana fan de Dylan de toda la vida y pasa a declamar a los cuatro vientos su admiración por el bardo de Minnesota desde los tiempos más remotos. A nosotros nos lo iban a contar, que recordábamos cómo unos meses antes el personal se pegaba por cosas tan capitales como conseguir una entrada para el ZooTV Tour o reservar en las tiendas el último disco de Lenny Kravitz mientras sonreía sardónicamente porque le contábamos que en unos días nos íbamos a casacristo a ver a Dylan. “¡Ah! ¿Pero todavía sigue tocando ÉSE?”, solían respondernos con una malsana ironía. Todo daba igual, porque tras marcarte varios cientos de kilómetros y gastarte la paga extra de Navidad, sabías que el vieho se la iba a jugar, improvisando, cambiando de repertorio cada noche y ahí, en cuanto te despistabas, te colocaba un Gates of Eden o un Obviously five believers que te tiraban por el suelo.

Ahora, reciclados todos en demócratas y dylanianos de toda la vida, nadie recuerda estas escenas y todo cristo parece dispuesto a comulgar con las ruedas de molino que nos planta el Dylan aprovechando los vientos favorables. La algarabía general montada con el aburridísimo Modern times no ha hecho sino confirmar lo que desde hace unos años íbamos intuyendo en los conciertos (convenientemente subvencionados con dinero público, of course) que en medio de una nube de pasotismo extremo se marca el Dylan por esta piel de toro, siempre tan dada a banalizar las cosas y a seguir a Vicente a la mínima ocasión. El vieho, que no es tonto, ya sabe que sólo tiene que esforzarse en los momentos agitados (a los periodos 1978-1983 o 1993-1997 nos remitimos) y, en los de bonanza, se dedica a replegar velas y recoger beneficios mientras todo a su alrededor se la sopla. Y nos condena, como siempre, a seguir viviendo de las pequeñas gotas de genialidad que nos sigue regalando. Que no son pocas, por fortuna: Theme Time Radio Hour suena de manera compulsiva en la redacción de Mondo Cane y nos sigue dando momentos de placer extremo. Ni les contamos lo que hemos disfrutado con No direction home y con Chronicles, pese a lo poquito que nos gusta leer. Y no queremos imaginar las lágrimas de felicidad que van a correr por nuestras encallecidas mejillas cuando salga a la venta ese The other side of the mirror cuya copia pirata en VHS tenemos ya quemada. Porque sí, las migajas de lucidez del viejo siguen siendo tan amplias que hasta en Dylan se han conseguido filtrar: ese arrebatador arranque del tercer disco con Blind Willie McTell y Brownsville girl supone, posiblemente, los 18 minutos más arriesgados y brillantes de los últimos diez años de su obra discográfica.