domingo, 30 de enero de 2011

Camino de Damasco (1965)

"Elvis y compañía se pusieron en marcha y atravesaron New Mexico y Arizona viajando por el desierto, bajo un cielo iridiscente que parecía caer sobre las montañas sagradas de los indios Hopi y conferir a todo lo que se extendía bajo la vista un tinte celestial que comunicaba un sentido de paz. Elvis conducía en silencio, con Larry sentado a su lado y los demás en el asiento trasero. Pero en cuanto dejaron atrás Flagstaff, sucedió.


Repentinamente, Elvis tomó aire violentamente y dijo "¡Uh!". Me giré hacia él y vi que estaba hundido en su asiento, con la boca abierta de par en par del estupor y mirando fijamente algo en el horizonte; siguiendo su mirada, vi una nube, una sencilla masa nubosa que flotaba en el cielo. De la nube emergía una imagen claramente reconocible.

"¿Tú también ves lo que estoy viendo yo?", preguntó Elvis con una voz que no era más que un susurro. Miré atentamente. "¡Es la cara de Stalin! ¡Ahí arriba!".

Por mucho que intentara percibir otra cosa diferente, era innegable que allí, en el cielo, estaba la cara de Stalin.

"¿Por qué Stalin? ¿Por qué Stalin?", preguntaba Elvis con la voz rota. "De toda la gente del mundo, ¿por qué precisamente él?".

Antes de que pudiera responder, la nube giró sobre sí misma, cambió de forma y dimensión y la imagen se fue desvaneciendo lentamente hasta desaparecer. Sabía que habíamos sido espectadores de algo verdaderamente extraordinario, y me giré hacia Elvis para decírselo, pero cuando lo hice enmudecí al ver la expresión de su rostro: miraba fijamente la nube, con los ojos abiertos de par en par y una expresión de completa maravilla. Es imposible describir el aspecto de Elvis... pero su expresión es la misma que se encuentra descrita tantas veces en la Biblia o en otros textos religiosos: era la expresión de alguien que acaba de recibir el bautismo o que acaba de convertirse. (...)

Elvis se giró, se echó a un lado de la carretera y paró bruscamente el vehículo. "¡Sígueme, Larry!", gritó mientras abría la puerta, se lanzaba fuera del coche y echaba a correr por el desierto. Lo seguí, y cuando conseguí alcanzarle y estar junto a él, en pleno desierto, golpeado por una fresca brisa, vi que tenía el rostro radiante de felicidad.

"¡Ha sido Dios!", gritó. Elvis tenía el rostro repleto de lágrimas mientras me abrazaba y me decía: "Te lo agradezco desde lo más profundo de mi corazón. Tú me has traído hasta aquí y no lo olvidaré nunca, nunca, amigo mío. Ha sucedido. He visto la cara de Stalin y he pensado ¿por qué Stalin? ¿Se trata de una proyección de algo que se encuentra en mi interior? ¿Se trata de que Dios está intentando hacerme saber qué piensa de mí?... ¡Pero ha sucedido! La cara de Stalin se ha transformado en la de Jesús, que me ha sonreído, y cada fibra de mi organisma Lo ha sentido. Por primera vez en mi vida, Dios y Cristo son una realidad viva: ¡Dios, Dios!" (...)

El resto del viaje no transcurrió sin problemas. Mientras Elvis vivía encendido de un místico ardor (...) la motor home ardió en medio del desierto de Mojave. [Llegados a Los Angeles] Elvis llevaba 36 horas sin pegar ojo, y todavía se encontraba encendido por el entusiasmo de la revelación que había tenido. Quería abandonar su carrera, le decía a Larry con un tono de voz que expresaba una decisión que jamás había expresado: quería renunicar a todo y hacerse monje".

Peter Guralnick: Careless Love