lunes, 10 de diciembre de 2007

Y cuando nos estábamos quitando...

Pese al luto en el que se ha sumido esta redacción tras la muerte del gran Fernán-Gómez, Mondo Cane sigue encontrando motivos varios para la jacaranda. El último ha sido la edición de la brillante banda sonora de I'm not there, esa película biográfica de Bob Dylan de tintes cubistas que a estas alturas sigue sin fecha de estreno por aquí. Y luego nos la bajamos por intenné y resulta que somos unos piratas y estamos matando la industria, ya ven qué cosas.

Miren que hacemos esfuerzos vanos por ir quitándonos de estas cosas. Hasta un freudiano artículo sobre lo que nos costaba matar al padre pese a los intentos que hace éste porque lo acuchillemos violentamente les dejamos por estas poco consistentes páginas. Pero era de prever: escuchar este I'm not there y volver a caer en antiguos vicios ha sido todo uno.

Pereza daba un poco. ¿Otro disco de versiones de Dylan? El licenciado Vidrieras, a vuelapluma, calcula que acumulamos unos cuarenta o cincuenta por la redacción. Y eso por no hablar de las recopilaciones que nos hemos ido haciendo por internet: tenemos por aquí una a la que pomposamente hemos bautizado Nobody sings Dylan like Dylan que va ya por los veinte volúmenes. Pero claro, al final hemos terminado agenciándonos I'm not there. No en el Carrefour de la esquina, como nos hubiera gustado, porque la edición española lleva ya un inexplicable mes de retraso sobre la americana. Sino que, aprovechando las indudables ventajas de la globalización, que no entendemos por qué critica tanto el personal con lo que mola, nos lo hemos agenciado en Estados Unidos, que con la devaluación del dólar nos sale más baratito y siempre sirve para chulear un rato.

Y mira por dónde que nuestras mejores perspectivas se han terminado cumpliendo. Si es que no hay nada como dejar hacer a quien sabe. Y cosa rara en el mundo de Dylan, por una vez se ha hecho. Así de fácil. Coja usted un par de bandas residentes presentables, los improvisados Million Dollar Bashers (esto es, Tom Verlaine, Tony Garnier, medio Sonic Youth y un par de amiguetes) y unos Calexico que van a terminar molando. Y llame a gente que se haya escuchado un par de discos de Dylan en su vida. Y ya está: van a saber lo que se tocan, van a elegir temas decentes y no será el enésimo repertorio de caballos de batalla peleones con el que se arranca cualquier grupo de bar con ínfulas. Que es lo que suele poblar este tipo de cosas.

La elección del personal ha sido lúcida, en efecto. Por allí circulan Eddie Vedder, Los Lobos, Willie Nelson, Ramblin' Jack Elliott y hasta Yo La Tengo. Y claro, el agitamiento del caleidoscopio dylaniano da lugar incluso a momentos de ese sonido mercurial por el que tanto y tan sensatamente clamaba el Dylan de lengua afilada y botas cubanas de chúpame-la-punta de los sesenta. Como previsible, ese eje que va desde Bringing it all back home hasta Blonde on blonde marca la línea, pero lo potente se esconde en el raspado de las páginas más oscuras del libro de canciones del vieho, que por momentos se acerca a lo milagroso. Así, de sopetón, no nos queda otra que señalar el antológico Pressing on que se marca precisamente John Doe, el fundador de aquella banda de punk seminal que tanto nos gustaba, X. A Mark Lanegan haciendo un tema que parece escrito para él, Man in the long black coat. Y si pensábamos que el acercamiento tex-mex de Willie Nelson y Calexico iba a caer en la abierta bizarrada, quienes hemos caído y de rodillas hemos sido nosotros escuchando ese Señor (tales of yankee power) que nos ha dejado fascinados. No todo podían ser alegrías, claro: la inclusión de ese clon estomagante de Falete que atiende al nombre de Antony and the Johnsons nos ha creado un exceso de edulcorante que tendremos que pagar durante semanas. Y es que su elección de tema habla por sí misma: Knockin' on heaven's door. Pero carajo, no importa: si es que hasta lo peor del disco mola. Que alguien tenga pelotas para rescatar temas como I can't leave her behind o As I went out one morning resulta ya tan apetecible que incluso el resultado podría pasar a segundo plano.

Y como estamos espitosos, mejor no les hablamos de ese otro gadget dylaniano, el DVD The other side of the mirror que nos tiene arrebatados desde que nos hicimos con él hace unos días. Porque entre esto y el pack de Emmanuel negra, con una Laura Gemser como para abandonarse al onanismo compulsivo, andamos disparados. Que no todo van a ser codornices en la vida de esta redacción.

No podemos concluir sin confesarles dos cosas. La primera: el otro día Pirracas bajó a comprar tabaco al Donato, la tasca de borrachuzos que se encuentra debajo de nuestra redacción, y se encontró con Patti Smith echando una birra. La segunda: mañana comienza nuestro periodo de primitivización navideña con una incursión al Bernabeu para ver enfebrecidos ese Real Madrid-Lazio donde esperamos echar doble llave al sepulcro del Duce. Estamos ya dominados por el orgullo blanco. Y entre eso y que la semana que viene nos vamos a trincar un cocido que no se lo salta un gitano en Malacatín bajo el busto de José Antonio que domina el comedor, pensamos que al final incluso este diciembre va a terminar molando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desengáñeseme. Los enganchaos de verdad, de manual, los de libro, vamos, son los que EFECTIVAMENTE SE CREEN que se estaban quitando una milésima de segundo antes de caer por enésima vez en el vicio.

Mucho me temo, querido Dylanizo, que antes le abandonara el vieho a Vd. que Vd. a él. Casi todos sus poros de usted rezuman dylanismo (sí, sí, incluso su madridismo acérrimo es minoría ante la tiranía del de Duluth, aunque no lo crea).

Pero no seré yo quien le critique, porque mi obsesión por el pallacanestro várdulo y el Reyno de Navarra me sitúa en el mismo nivel de patetismo, si no varias leguas más allá (para muestra un botón; no consigo acceder a mi contraseña, así que no podrá Vd. conocer mi identidad. Jode, ¿eh?)

Y es que no somos ná.