sábado, 22 de septiembre de 2007

Ja sóc aquí

Corría la sesión de tarde-noche de ayer en los muy feos cines del Antiguo. Se proyectaba allí Ladrones, una película española muy rara, como de Bresson en una noche de flojera tirando fotos en Aluche, que la redacción de Mondo Cane intentaba rescatar tras su tristísimo paso por cartelera hace unos meses. Hasta que nuestra concentración se interrumpió bruscamente cuando el Licenciado Ventoleras hizo escapar un fugaz ronquido, leve pero muy audible en la sala porque Ladrones, como buen ejemplo de esa popular corriente estilística de cinema avant les fréres Lumière, es prácticamente muda.
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Dormirse en una sesión festivalera es todo un rito iniciático, un acontecimiento que equivale a alcanzar la mayoría de edad en estos infernales diez días en los que, con tanta pasión como desidia, nos dedicamos a subsistir encajonados en una sala de cine. Por lo que sí, en efecto, Mondo Cane puede expresar a los cuatro vientos su vascongado Ja sóc aquí. Ya hemos llegado y ya estamos inmersos en pleno rito festivalero.

No les vamos a contar nuestra opinión sobre el Festival porque suponemos que no interesa a nadie y, total, a estas alturas hasta el donostiarra más iletrado puede dar la suya con soltura y desparpajo. Y es que es curioso este efecto sociological phoenomenum que tienen los charoles cinematográficos en una ciudad en la que, el resto del año, no va ni Cristo a las salas. Sólo les contaremos, así por encima, que en nuestra cruenta batalla contra Philippe Garrel vamos perdiendo por goleada, aunque confiamos en levantar el marcador en la proyección de esta tarde de Berceau de cristal, esa cinta hecha por y para yonkis que, por aquello de que sale nuestro sex symbol de cabecera Anita Pallenberg y de que, en el fondo, a veces sacamos a relucir esa querencia nuestra por el romanticismo más exacerbado, quizás nos permita anotar un tanto en nuestro triste marcador. ¿Nos ha pillado Garrel en extremada baja forma o es que, realmente, tiene una filmografía galáctica absolutamente imbatible? Pues no hemos llegado todavía a una conclusión, la verdad, pero posiblemente nuestros estimados lectores a los que tanto debemos pueden elaborar por sí mismos un juicio más consistente que el nuestro disfrutando en la soledad de sus casas de estas imágenes que vimos el otro día en una oscura (y abarrotada en sus diez primeros minutos, por cierto) sala.

Comprobamos estos días, también, la evidente mejoría en la producción de cine patrio. Hemos visto Mataharis, esa película de infame título de nuestra amparesca vecina Icíar Bollaín, y para nuestra maravilla hemos conseguido entender casi la mitad de diálogos de la inmarcesible Najwa Nimri sin tener que recurrir a los subtítulos en inglés que circulaban por la parte inferior de la pantalla. Entre este dato y el del abrigo fantasía rosa fucsia chillón que portaba hace dos días Cayetana Guillén Cuervo pese a los casi treinta y cinco grados a la sombra que con tanta dificultad se respiraban en los aledaños del Kursaal en esos momentos, queda patente que el despegue de nuestra cinematografía es un hecho constatable.

Aunque lo que más no ha impactado hasta el momento son esos carteles que empapelan cualquier rincón de nuestra ciudad anunciando la próxima convocatoria en Alsasua de una concentración de las juventudes del marxismo-leninismo vasco. No por la convocatoria en sí, que sorprender sorprende poco, sino porque los susodichos teaser-posters están troquelados, atención, sobre las siluetas oscurecidas de una foto promocional del grupo Queen. ¿Freddie Mercury y la revolución proletaria? En efecto, todo es posible para la indomable juventud vascongada, siempre aurrera. Hemos fotografiado incluso este magnífico pasquín para dejar testimonio a las generaciones venideras, pero como nuestro colaborador Sr. Pirracas no sabe cómo carajo pasar la imagen de su móvil de última generación a este vetusto ordenador, hemos decidido mostrarles aquí la imagen de un pollo con eusko-label de inequívoco color local. Básicamente, para que se hagan Vds. una idea.

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