lunes, 3 de septiembre de 2007

Anni di piombo

Con gran estupor (que no sorpresa, que a estas alturas...) hemos recibido en la casilla postal arriba indicada un par de anónimas epístolas eletrónicas de intención levemente humillatoria y degradante. Uno de ellas termina acusando a la redacción de Mondo Cane, al completo, de ser unos "monstruos insensibles", adjetivos en los que por otra parte no nos cuesta reconocernos y que nos van como anillo al dedo. O como picha al culo, que suele decir una de nuestras colaboradoras más destacadas.

¿Y a qué se deben tales acusaciones? ¿A nuestra notoria incapacidad de análisis? ¿A nuestra evidente falta de criterio? ¿A nuestra clara fatuidad, quizás incluso futilidad? Pues no, señores lectores: a que alguien, por supuesto equivocadamente, ha sacado la conclusión de que no nos gustan las películas de Medem y lo achaca a alguna confusa intención política por nuestra parte. Cosa que no es cierta, debemos aclarar: en la redacción de Mondo Cane siempre hemos apreciado sobremanera la gran sensibilidad del realizador, la complejidad de sus discursos políticos (¿qué políticos? ¡éticos! ¡filosóficos!), los guiones tan bien construidos de sus flims, y, sobre todo, la acertada decisión de enseñar generosamente los pechos de sus actrices.
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Recordábamos con clara emoción, en leyendo estas misivas, dos bonitas anécdotas que vivió la redacción de Mondo Cane la noche en la que La pelota plasta concurría a los Premios Yoga y en la que nosotros, huyendo del evento, nos habíamos refugiado en la Ciudad Condal.
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La primera tuvo lugar en el autobús, cuando volvíamos a casa después de una absurda jornada laboral. Tras dejar el asiento a una señora impedida, vimos cómo el medio de transporte urbano se veía obligado a detenerse en una calle, rodeado por una algazara de gente que chillaba algo inaudible. Alguien del autobús preguntó en alta voz: "¿Qué sucede?", a lo que una señorita no tardó en responder: "¡Es una manifestación a favor de la pinícula de Medem!". Ante nuestra admiración, todos los ocupantes irrumpieron repentina y espontáneamente en una salva de aplausos y gritos de "¡Viva Medem!". Al poco, el autobús conseguía superar a la salva de manifestantes. Frente a ella, había una pancarta que rezaba: "Los basureros de Barcelona en huelga. Por un convenio justo".
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La segunda tuvo lugar durante la noche, cuando veíamos la gala de los susodichos premios en el sofá de una casa que compartíamos con una señorita de gafas de pasta y un corte de pelo y un look muy así, como de película española moderna. Había traído a cenar a dos amigas muy del estilo, de interesante y amena conversación, que se quedaron a disfrutar con nosotros de los oropeles del cine patrio. La pelota plasta se quedó injustamente sin distinción, pero cuando uno de los galardonados (no recordamos quién, francamente, aunque apostamos por algún actor comprometido tipo Ramoncín o Juan Echanove) dedicó el premio a sus padres, que tanto le habían apoyado, y a Julio Medem, que había realizado una valiente película, nuestras compañeras se abrazaron e irrumpieron en aplausos y gritos de "¡Viva Medem!". Al calmarse la barahúnda, alguien les preguntó si la habían visto y ambas dijeron que no. Pero que conocían su discurso y que era muy interesante.
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Dicho lo cual, no nos queda sino pedir excusas a estos lectores, agradecer sus tan bien redactadas misivas y aclarar que no han debido comprender bien nuestra gran admiración por tan señero realizador. Y es que seguramente nos hemos expresado mal.

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