miércoles, 19 de septiembre de 2007

Maoísmo pop

No es necesario señalarlo porque Vds. lo saben bien: la redacción de Mondo Cane cuenta entre sus principales inspiradores estéticos e ideológicos al gran Kim-Jong-Il, presencia continua en cada acción de nuestras vidas y especialmente cuando nos enfrentamos a un cambio de gafas en Chin-Chin Afflelou. La incomensurable figura de este entrañable Gary Glitter proletario ilumina nuestro triste penar en este mondo cane, y es que no todo el mundo puede presumir de tener en propiedad un búnker-museo para conservar, entre tantos prodigios, una figura de Lladró de Don Quijote regalada in person por Santiago Carrillo.
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Sabíamos de la existencia de un libro que imaginábamos fundacional: El arte del cine, un ensayo escrito por nuestro prócer y que se conserva celosamente en la biblioteca de Pyonyang junto con los restantes miles de volúmenes de los que es autor. Sabíamos de la desconcertante afición por el cine que cultiva Kim-Jong-Il, según cuentan poseedor de una colección de uvehacheeses y deuvedeles especializada en el western y el musical americano de los años cuarenta que no se la salta un gitano. Pero desconocíamos hasta hace poco la existencia de una película, Pulgasari, escrita y guionizada por nuestro pequeño hombre amarillo.
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Fue enterarnos, claro, y volvernos locas. ¿Pulgasari? ¿Kim-Jong-Il haciendo pinitos fílmicos? En efecto, los interrogantes nos asaltaban, y especialmente uno: ¿cómo localizar desde este decadente mundo capitalista una joya fílmica producida en la República Popular de Corea del Norte para comprobar ante nuestros ojos tamaña maravilla? Pero nada hay imposible para la redacción de Mondo Cane, amigos, y esta noche, tras gran cantidad de andanzas y desventuras, ha llegado por fin a nuestras manos una copia de Pulgasari cuya carátula les incluimos y que, por supuesto, no nos ha defraudado.
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Comenzando por la gran sorpresa inicial: nosotros, declinantes mentes de la civilización occidental, esperábamos, sí, un manifiesto político en celuloide, un Raza coreano, un Triumph des Willens amarillo, un Scipione l'africano arrocero. Algo que hubiera resultado, evidentemente, previsible y ramplón para nuestro hombre, que no ha dejado que su libre creatividad sea encarcelada por estas banalidades mittle-européens. Porque, amigos, Pulgasari ha resultado ser... ¡una película de monstruos gigantes alla Godzilla! En efecto, algo muy alejado de nuestra limitada y mediocre mentalidad europea, una narración que hunde profundamente sus raíces en el sin duda fascinante folklore norcoreano para poner en imágenes la historia de un pequeño monstruo construido en barro por un herrero que, tras cobrar vida al ser bañado en la sangre de la hija virgen de su escultor, terminará encabezando una revolución comunista en la Corea medieval. Como lo oyen. La película, por lo demás, es un auténtico pestiño, pero eso a quién puede importarle.
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No hagan caso, estimados lectores, a la avalancha de falacias que puede encontrarse en la canallesca: esa extraña historia que circuló hace poco por sus hediondas páginas según la cual el director de Pulgasari, la eminencia del cine surcoreano Shin Sang Ok, fue secuestrado por nuestro líder amigo para afrontar tal cometido y, ya puestos, hundir la cinematografía del país vecino y ventilarse a su también secuestrada señora esposa, es sin duda alguna otra turbia maniobra de la Brunete mediática. Porque qué duda cabe de que Kim-Jong-Il, en su humanidad y sabiduría, se limitó a ofrecer a este realizador la oportunidad que todo cineasta ambiciona en su vida para llegar a su madurez estilística. Aunque este ingrato Julio Medem amarillento no lo comprendiera y prefiriera cambiar la hermosa vida de Pyonyang por la corrupta Los Ángeles saliendo hacia allá por patas en cuanto tuvo oportunidad. Pero la justicia poética siempre termina dictando sentencia y en las Hollywood hills terminaría este felón fimando la por esta redacción desconocida pero seguramente notable trilogía Tres ninjas contraatacan, Tres ninjas peleones y Tres ninjas en el parque de atracciones. ¡Penitenciagite!
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En fin, que entre este arrebatador descubrimiento que hemos tenido hoy y que una de las escasísimas personas lúcidas a la que conocemos, a la que tanto admiramos por sus enciclopédicos conocimientos y sus decimonónicos sentimientos, nos ha recomendado fervientemente la obra fílmica de Philippe Garrel, nos ponemos en marcha con un poco más de energía hacia la Metrópolis reaccionaria. ¡Neo-Tokyo is going to explode!

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